Sin margen de error

Ojalá el presidente electo despierte el lunes con la sobria ponderación de los límites de su poder y los excesos de su discurso

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Este lunes tendremos presidente electo. Llámese Figueres o Chaves, habrá llegado al poder con respaldo de la cuarta parte del padrón electoral, cuando mucho. Ni siquiera habrá conquistado el derecho de considerar a esos votantes su base. El apoyo más firme de los dos candidatos está entre los electores de la primera ronda, y allí difícilmente se puede hablar de un espaldarazo.

Figueres pasó con el apoyo del 16,14% del padrón electoral y Chaves, con el 9,92%. El resultado de este domingo no será producto de las simpatías de los electores, sino de la reducción de las opciones a solo dos y, en demasiados casos, del grado de rechazo generado por el candidato contrario.

Son verdades de Perogrullo, pero conviene recordarlas, sobre todo, al vencedor, porque el triunfo embriaga y puede conducir a errores de la futura administración. La victoria eleva los márgenes de aprobación, pero la popularidad instantánea es apenas un espejismo. Se disipa con la misma rapidez.

No hay margen de error, ni para el presidente electo ni para sus allegados. La pregunta, en cualquier caso, es cómo gobierno y con quién. La campaña electoral se seguirá proyectando, inevitablemente, sobre los próximos años. La prudencia obliga a escrutar la historia de la contienda para decidir cuáles elementos del discurso preservar y cuáles remitir al segundo plano, quizá con la aspiración de hacerlos caer en el olvido.

El presidente electo también acertaría si se pregunta por sus carencias. Algo en su conducta o planteamiento alejó a la gran mayoría de los electores y, en una contienda tan polarizada y amarga, la única presunción sensata es que el rechazo tiene tanta fuerza como el apoyo, con el inconveniente de ser más numeroso.

Si vuelca la mirada hacia Cuesta de Moras, el futuro mandatario recordará la ausencia de una mayoría parlamentaria suficiente para desempeñarse con holgura. Si no opta por la construcción de coaliciones, optará por la parálisis, pero la situación del país no lo permite. Como quien viaja en bicicleta, o se avanza o se cae.

En campaña sobraron las ofertas de soluciones fáciles. Ojalá el presidente electo despierte el lunes con la sobria ponderación de los límites de su poder y los excesos de su discurso. Las soluciones mágicas, las formulaciones sintéticas, por no decir simplistas, quizá tuvieron su lugar en la campaña, pero ahora toca gobernar y eso solo se hace bien con los pies en la tierra. No es fácil lograrlo y solo podemos desearle la mejor suerte en el empeño.