Sana crítica: Dirigir empresas

No todo es miel sobre hojuelas para los empresarios y la pandemia ha obligado a tomar decisiones dolorosas que ojalá pueden revertirse con prontitud.

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Dirigir empresas tiene muchas cosas lindas. Si se construye, es gratificante ver el levantamiento de paredes, la colocación del techo, los interminables detalles hasta el final de la obra.

El desarrollo de un proyecto agrícola genera la misma sensación: ver el potrero, la siembra, el crecimiento de la plantación hasta la cosecha y el empaque.

También se tienen lindos sentimientos del aumento de las ventas, la introducción de nuevos productos, el mercadeo ingenioso sobre el de la competencia, entre otros.

La otra cara de la moneda, la triste y dolorosa de dirigir empresas, incluye diversos aspectos, desde los financieros, con malos resultados, hasta la competencia desleal y lidiar con un Estado que, además de no ayudar, la mayoría de las veces entorpece.

Por mucho, la parte más triste es tener que despedir trabajadores como respuesta a una crisis, pues tiene un enorme impacto social y afecta a seres humanos específicos.

Antes de la pandemia, el 86 % de la fuerza laboral estaba en el sector privado. Este es el más afectado por la crisis sanitaria. El desempleo, ya alto antes de la aparición del virus SARS-CoV-2 (13,7 %), se ha agravado debido a la baja en ventas, al cierre de empresas, a la suspensión de contratos, a la reducción de jornadas o, peor aún, al despido.

Estoy segura de que con este comentario represento a la inmensa mayoría de los empresarios del país, entre quienes los buenos son los más, y en esta crisis hemos buscado todas las opciones posibles para sostener el empleo, pagar los salarios y la seguridad social.

En estas circunstancias, financieramente, solo se piensa en reducir pérdidas, porque la palabra ganancia se eliminó de nuestro léxico.

Por eso, nos genera alegría cuando se avanza en las etapas de apertura, casualmente para sostener a nuestra gente en sus plazas y con sus ingresos.

El dolor de verse obligado a dejar a las personas sin trabajo es inmenso. Son el equipo con el cual se han compartido sueños e ilusiones y se ha luchado juntos para alcanzar metas.

La tristeza aumenta a causa de la certeza de que esa persona que se queda sin trabajo difícilmente conseguirá otro a corto plazo. Ojalá las autoridades comprendan a esas familias y apoyen la producción.

nmarin@alvarezymarin.com

La autora es politóloga.