Ruidos

Se vale opinar y proponer, pero no generar disonancias ni convertir una aspiración legítima (ser presidente) en la condición de serlo ya

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No me lo ha pedido, pero como ya José María Figueres es candidato, me atrevo a susurrarle públicamente un breve consejo: no hacer ruido. No me refiero al relacionado con la búsqueda de votos, las polémicas y promesas de campaña, o la insistencia en «por qué soy el mejor». Hablo del ruido que, impulsado por autosuficiencia o imprudencia, crea confusión y obstaculiza las decisiones. Es el ruido que, en un reciente libro con ese título, Daniel Kahneman, nobel de Economía, y dos coautores, definen como «la variabilidad no deseada en las valoraciones del mismo problema».

Ejemplo: calificar el acuerdo formal suscrito entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional —que declara apoyar— como «un acuerdo», no «el acuerdo», para luego añadir, con retrasado voluntarismo: «...me dedicaré a estudiar cuáles son las diferentes opciones y posibilidades que tenemos de combinar distintos aspectos en ese programa con el FMI».

Si sus declaraciones respondieran a una deliberada ambigüedad, o fueran la manera de reconocer que aún no ha analizado el documento y sus «opciones», no habría tanto de qué preocuparse. Pero si van en serio, estaríamos ante el ruido como interferencia; en este caso, en políticas públicas urgentes y que, al menos hasta el 1.° de mayo, corresponde decidir a otros.

Sobre el acuerdo con el FMI, como en tantos casos, existen dos tipos de ruido. Uno es el de la confrontación de criterios basada en la libertad y sana para la democracia. Puede conducir a convergencias razonables y, de ellas, a decisiones acertadas. Es el deseado; el que permitió construir tanto EL (no un) acuerdo como las iniciativas para darle vida, que avanzan en la Asamblea. Nadie está vedado de opinar al respecto. Pero si quien interviene es el candidato del partido con la mayor fracción, en tono de «nosotros», de forma extemporánea y con implícita suspicacia por lo hecho, su ruido no es bienvenido ni constructivo, sino tóxico.

De aquí mi susurrante consejo a Figueres, a quien sugiero, además, considerarlo en otros ámbitos, como la movilidad urbana, el uso de las reservas del Banco Central o la atracción de inversión extranjera. En todos se vale opinar y proponer, pero no generar disonancias ni convertir una aspiración legítima (ser presidente) en la condición de serlo ya.

Correo: radarcostarrica@gmail.com

Twitter: @eduardoulibarr1

El autor es periodista y analista.