¿Renunciar como si nada?

Pedro Beirute, quien ayudó a aniquilar a Cinde y prometió un nuevo modelo de atracción de inversiones, abandona el barco con un argumento inverosímil

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La inesperada renuncia de Pedro Beirute Prada a la gerencia general de Procomer no es de recibo, pues, hace tan solo tres meses, él dio la cara para justificar la destrucción del exitoso modelo de atracción de inversión extranjera directa (IED) que operó durante 35 años en manos de la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde). A cambio, embarcó al país en un esquema alternativo que ni empieza a navegar.

Lo responsable, al ser partícipe de ese golpe de timón, era que continuara en el cargo hasta cumplir lo prometido públicamente. Si montó al país en una aventura hacia lo desconocido, lo sensato era que abandonara el barco con la tarea cumplida. No antes.

Es harto conocido que la Promotora de Comercio Exterior (Procomer), como lo dice su nombre, sabe de promoción de comercio exterior, no de atraer IED. Beirute desacreditó las dudas, dio su palabra de que sí es posible hacer la tarea y, entonces, por respeto a su compromiso, debió quedarse hasta encaminar el proyecto que vendió.

Aducir a estas alturas que se va para destinar más tiempo a su familia es ejemplar y emotivo, pero inverosímil. Tal introspección la debió hacer tres meses, cuando en forma abrupta arrebató el mando del barco a Cinde y echó por la borda a una agencia que atrajo 405 empresas y 181.000 empleos. Son hechos, no palabras.

Procomer, desde el 3 de mayo, vende expectativas: garantizó que de aquí al 2026 creará 100.000 puestos más, 8.000 fuera de la zona urbana, con 70 empresas. También, anunció $13.000 millones en IED. Suena grandioso, pero no menciona cómo.

El aniquilamiento de Cinde es cosa mayor, pues responde a una decisión política, no técnica. Ocurrió por una sacada de clavo del gobierno, molesto porque no pudo nombrar al nuevo director. La Directiva le dio el cargo a Marianella Urgellés, quien superó las pruebas de una firma reclutadora hechas a 200 aspirantes, entre ellos, Beirute.

Diez días después de la designación, comenzó la guerra contra Cinde y el daño a la IED. Por eso, el país necesita que quienes dan la cara por el nuevo esquema no abandonen el barco antes de tiempo, pues deben responder en el 2026 por el éxito (ojalá) o las consecuencias del fiasco (probablemente).

amayorga@nacion.com

El autor es jefe de Redacción de La Nación.