Reformas estructurales

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Nuevos estudios revelan la necesidad de profundizar el proceso de reforma estructural, abandonado por más de una década, para romper el nudo que impide acercar el nivel de ingreso per cápita al prevaleciente en los países desarrollados. Si no lo hacemos, continuaremos estancados y, lo que es peor, seguiremos gastando recursos públicos en programas sociales relativamente ineficaces por estar dirigidos a combatir los efectos, no las causas del subdesarrollo y la pobreza.

Estudios realizados por Era Dabla-Norris, Giang Ho, Kalpana Kochhar, Annette Kyobe y Robert Tchaidze, del FMI, señalan la necesidad de retomar las reformas, dependiendo del nivel de desarrollo de cada país. El cambio estructural consiste en “adoptar medidas para incrementar la eficiencia técnica de los mercados y las estructuras institucionales, o reducir los impedimentos para la asignación eficiente de recursos”. Ambos –Estado y mercado– tienen roles que cumplir.

Los países con menor grado de desarrollo deben concentrar las reformas en siete áreas: agricultura, liberalización comercial, sistema legal y derechos de propiedad, desarrollo del mercado de capitales, sistema bancario, infraestructura y reforma fiscal. Los intermedios deben agregar la liberalización del mercado laboral y las regulaciones para hacer negocios; y los más avanzados, la innovación y regulación industrial. ¿Dónde está Costa Rica? El estudio no lo dice. Yo creo que tenemos círculos concéntricos con los tres grupos.

En agricultura debemos superar el proteccionismo que aún reciben varios sectores, incluidas barreras no arancelarias que inducen a seguir produciendo mediante subsidios del consumidor al productor; la liberalización comercial ha avanzado, pero aún se encuentra pendiente la Cuenca del Pacífico y tenemos grandes monopolios de bienes o servicios privados en manos del Estado; en el sistema legal, nos dormimos en glorias pasadas, pero hacer valer los contratos es demasiado engorroso (desahucios); el mercado de capitales sigue siendo incipiente, en parte por distorsiones tributarias (deducir intereses estimula contraer deudas en vez de flotar acciones) y por las altas tasas de interés que privilegian la inversión en los títulos de renta fija (bonos) frente al capital accionario; en el sistema bancario no hay todavía suficiente competencia para bajar los márgenes de intermediación; y en lo fiscal y tributario tenemos la madre del cordero.

La innovación es esencial en ciertas etapas del desarrollo, como ahora. Algo hemos avanzado individualmente, pero no se ha estructurado un tratamiento comprensivo que responda al objetivo de la reforma estructural. El punto fundamental es: entre más comprensivas sean las reformas y más simultáneas se hagan, mejores serán los resultados.

Jorge Guardia es abogado y economista. Fue presidente del Banco Central y consejero en el Fondo Monetario Internacional. Es, además, profesor de Economía y Derecho Económico en la Universidad de Costa Rica.