Radar: Umbrales para la convivencia

Una amplia mayoría apreciamos y actuamos dentro de los marcos de nuestra cultura democrática. Pero existen múltiples evidencias de que pequeños grupos y personajes tóxicos han emprendido un asalto en su contra.

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Un umbral es el comienzo o el límite de algo. Traspasarlo implica movernos a otra dimensión de una cosa o proceso, saltar sobre una barrera que nos contenía. En nuestra vida social y política, hemos tendido a honrar varios umbrales que son producto, y a la vez alimentan, nuestra cultura democrática. Menciono algunos: el respeto a la dignidad humana, la tolerancia, la solidaridad, el apego básico a los hechos y la solución pacífica de conflictos. En conjunto, forman parte de un sentido de identidad colectiva que nos cohesiona como sociedad.

Hay razones para suponer que una amplia mayoría apreciamos y actuamos dentro de esos marcos. Pero también existen múltiples evidencias de que pequeños grupos y personajes tóxicos han emprendido un asalto en su contra para generar intranquilidad, fomentar desconfianza, estimular la violencia y, así, doblegar nuestra democracia.

La construcción, difusión y defensa descarada de falsedades o fake news busca romper el sentido del rigor y la prueba en el debate público para que todos desconfiemos de todos. La manipulación de menores para ejercer presión política o gremial viola su dignidad; y si se salta esa barrera tan elemental, ¿no se justifica instrumentalizar a cualquiera? El fomento de prejuicios y la incitación —explícita o implícita— de agresiones contra inmigrantes, comunidades sexualmente diversas, autoridades públicas y, ahora, hasta judíos, no se dirige solo contra ellos, sino contra el sentido elemental de diversidad y respeto al otro: un umbral más que se quiere romper. Luego podrían seguir los indigentes, los “viciosos” o quienes profesan ideologías, religión o causas que no compartimos.

Pero quizá lo más grave es acudir a la violencia terrorista como método de acción política. Las bombas de semanas recientes no solo buscan amedrentar a sus destinatarios, sino normalizar esos métodos y hundirnos en un precipicio, al menos percibido, que abra el camino al populismo autoritario como “salvación”.

Hay que frenar esta espiral y a sus impulsores. No se trata de una lucha maniquea de “buenos” contra “malos”, sino de un reflujo, por parte de líderes y ciudadanos responsables, hacia los marcos de convivencia que son bastión de la democracia. Ninguna mezquindad debe interponerse en la tarea.

Correo: radarcostarica@gmail.com

Twitter: @eduardoulibarr1

El autor es periodista.