Promovamos la inclusión financiera

La robustez del sistema no es suficiente para mejorar el acceso al crédito, en parte, por la volatilidad de los ingresos, que repercute, a su vez, en el consumo estable

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La reforma de la Ley Orgánica del Banco Central (BCCR), aprobada en 1995, posibilitó la apertura de cuentas corrientes en los bancos privados. De esa manera se inició la competencia y, consecuentemente, hubo una mejora en la competitividad de la banca estatal.

Los ganadores fueron los usuarios, a pesar de la creencia al principio de que sería lo contrario. Los bancos privados deben aportar el 17% de sus captaciones al Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD).

El SBD se creó como una herramienta para fomentar la inclusión financiera de los grupos más vulnerables mediante el financiamiento y la promoción, sobre todo, de pymes y cooperativas, lo que debía contribuir a la productividad, la innovación y una mayor equidad regional.

La labor del SBD debe ser evaluada para determinar si ha alcanzado sus objetivos. ¿Cuántas pymes se han beneficiado y en qué términos? Está claro que los fondos provienen de los depósitos de los ahorrantes y el capital, de los bancos privados, por lo que las previsiones de análisis de la solvencia de cada cliente son fundamentales. No son fondos de capital de riesgo, solo tienen menor costo y mejores plazos.

Si bien el sistema financiero se ha expandido, persisten significativas brechas entre regiones, sectores y género. Miles de pymes enfrentan dificultades para acceder al crédito, a pesar de la banca privada y estatal y el SBD.

Es preocupante que, no obstante la digitalización y las facilidades de pago, existan ineficiencias. Las comisiones por el uso de tarjetas de crédito ascienden, en promedio, a un 4% y las transacciones cuestan el 1,4% de los montos transferidos.

Los márgenes de intermediación siempre han sido altos a escala internacional debido, en gran parte, a la cantidad de distorsiones en peajes, avales, manejo de recursos financieros estatales, renta, cargas parafiscales, versatilidad y dividendos. Sin olvidar que el déficit fiscal incrementa los intereses que deben pagarse en el mercado para vender los bonos, o que el Banco Central aumenta la tasa de política monetaria y los encajes bancarios.

Tecnofinanzas

Tenemos que fomentar la creación y desarrollo de más tecnofinanzas (fintech, acrónimo de los términos finance y technology) para impulsar la competencia a través de la agilidad y la competitividad en el mercado con una mejor gestión, financiamiento colaborativo y préstamos directos.

Las fintech pueden desempeñar un papel preponderante en la inclusión financiera y reducir la informalidad, que crece a causa de las altas cargas sociales, los impuestos y la complejidad para conseguir capital semilla y de trabajo.

La robustez del sistema no es suficiente para mejorar el acceso al crédito, en parte, por la volatilidad de los ingresos, que repercute, a su vez, en el consumo estable. Nuestras pymes pagan tasas de interés más elevadas que las medianas y grandes empresas. Muchas operan con préstamos personales, más caros debido a lo costoso y complejo de la formalización.

Endeudamiento excesivo

El endeudamiento de los hogares se duplicó en los últimos 15 años. En el 2019, el gobierno creó un programa de refinanciamiento para aliviar las deudas familiares, contraídas, en su mayoría, por la falta de educación financiera y el uso de tarjetas de crédito sin medir los costos, la capacidad de pago y los plazos.

Este programa lo desarrollan los bancos nacionales. Es un deber del Ministerio de Educación (MEP) que se enseñe desde la niñez a manejar las finanzas personales, y así evitar que en la edad adulta caigan en manos de los mercados informales de crédito.

La mayoría de los costarricenses sobreendeudados son los grupos más vulnerables, sin educación formal y sin solvencia económica. Tenemos que apoyar los esquemas de protección del consumidor, ampliar la educación financiera, fomentar la competencia en el sector financiero y apoyar a las fintech.

No cabe duda de que vamos aceleradamente hacia la totalidad de transacciones digitales y móviles. El desarrollo de Sinpe del Banco Central fue un gran paso en esta dirección, pues cubre 91 entidades, desde mutuales hasta administradoras de pensiones, con base en cuentas estandarizadas en esquemas de monedas bancarias.

El Sinpe significa una forma rápida y segura de transar, lo cual redunda en productividad y control. No obstante, hay que promover la inclusión financiera con herramientas digitales, para lo cual hay que aliviar la carga regulatoria y establecer una ruta de integración del sistema financiero y las fintech.

Siempre habrá riesgos operativos, financieros y legales. Hay que lograr que las fintech crezcan y compitan y, para ello, se necesita un marco regulatorio sencillo y flexible.

Bien haríamos en crear un fondo de capital para las actividades tecnofinancieras, con recursos del SBD. Costa Rica ocupa el lugar 96 de 141 en cuanto a disponibilidad de capital de riesgo.

Estamos en deuda en lo tocante a inclusión financiera. El mundo se digitaliza aceleradamente. Tenemos que fortalecer la educación en esta materia y ordenar la estructura de nuestro sistema financiero.

jorge.woodbridge@icloud.com

El autor es ingeniero.