Pólvora: pesadilla en Navidad

Autistas, niños pequeños, adultos mayores y mascotas merecen felices fiestas tanto como usted y yo

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Pensé que iba a escribir sobre los efectos de los fuegos artificiales, la pólvora, sobre la mayoría de nuestras mascotas. Mi querido amigo Armando Mayorga se me adelantó unas horas y nos hizo, en pocas palabras, una excelente descripción sobre cuánto sufren los animales, particularmente, en estos días de fin de año.

Loky y Kody, los perros de Armando, no son la excepción; lejos de estar solos en ese pánico, espanto, pavor o terror a los estruendos de la pólvora, cada vez son más los animales, domésticos y silvestres, en que se ven tales sensaciones con profunda afectación en su conducta.

No pocos mueren a causa de ello, de forma directa y súbita, o en la búsqueda de algo que, desdichadamente, no encontrarán y no les brindará consuelo en su sufrimiento. Pero con ellos sufrimos sus propietarios, sus amigos, sus compañeros de vida.

Puedo asegurarles también que no pocas personas resultamos perjudicadas, directa o indirectamente, debido a los terribles ruidos que la pólvora nos causa. Pienso en las mujeres —madres, hermanas, tías, abuelas— que, cansadas del trajín del día con uno o varios bebés, luego de miles de maromas, bailes y cantos, logran que se duerman, pero el abrupto estallido de una bombeta los despierta desconsolados; desconsuelo que se traslada a la mujer y su círculo de apoyo más cercano.

Igualmente, pienso en las personas enfermas y sus cuidadores, quienes procuran el descanso reparador al final del día, y de pronto es atropellado por los escándalos de las bombetas y, luego, les es imposible conciliar el sueño de nuevo.

Puedo sumar a las personas con espectro autista, que tienen hipersensibilidad al ruido, especialmente niños, para quienes los juegos pirotécnicos son una auténtica tortura. Podrán ustedes agregar otros ejemplos; de seguro, sus experiencias son vastas.

Un caso muy especial es el de las personas adultas mayores que tienen como parte de su vida íntima a una mascota, en especial aves o perros. Muchas de ellas viven solas o acompañadas de otras personas mayores.

Esta es una población en crecimiento, como producto de nuestra alta esperanza de vida, y sus mascotas son sus compañeras de vida, su soporte emocional, su consuelo y su dicha, pero también su preocupación cuando algo no anda bien con esas amadas compañías.

La angustia de la gente usualmente es aplacada por la presencia, el cariño, la bondad y el amor sin límites de la mascota; con respecto a la pólvora, esa reciprocidad es imposible, y no porque la persona no lo desee, sino porque para la mascota no hay remedio o consuelo, por más grande que sea el amor que le quieran dar en ese momento.

Los médicos veterinarios, por estas épocas, atienden cientos de llamadas de personas angustiadas porque creen que su mascota va a sufrir un colapso y morirá, y en varias ocasiones ese es el desenlace.

Respuesta interna

La tormenta de bombetas, triquitraques, cachiflines y otras suertes de juegos pirotécnicos se convierten en tormentas de cortisol en los cuerpos de los animales, incluidos los primates humanos. El cortisol, la conocida hormona del estrés, cumple funciones esenciales en el organismo animal.

De hecho, en gran parte, es la hormona que nos permite reaccionar en forma defensiva ante una amenaza. Todos los sistemas del organismo, gracias al cortisol, se pondrán a disposición de los sistemas de defensa para preservar la vida; sin embargo, la reacción no siempre es la deseable, mucho menos en forma crónica.

Si pensamos en que en muchos lugares la pólvora se empieza a quemar desde principios de diciembre y llega a su culmen el 31 del mes, son largos días de estrés para mascotas y propietarios. Muchas personas, luego de tantos días, referirán malestares nerviosos y digestivos, se sentirán más propensas a las infecciones respiratorias y digestivas, les costará más conciliar el sueño, experimentarán sensaciones de fatiga, falta de deseo sexual y hasta la piel se verá reseca y propensa a lesiones. Probablemente, nunca lo habrían relacionado con las bombetas y los cachiflines, sino con los excesos en comidas y bebidas; todo suma.

Piense por un momento que lo anterior puede pasarle no solo a su mascota o la del vecino, sino también haga el ejercicio de pensar que le puede pasar a su pareja, a sus hijos, a su familia, en especial, a las personas mayores de su familia; y así, a las de sus amigos, conocidos, vecinos o de cualquiera. Estamos llamados a ser responsables con los nuestros y con los demás.

No puedo cerrar sin hablar de las quemaduras, especialmente en los niños. Cada año son cientos de llamadas que atienden el 911, la Cruz Roja y los bomberos debido a accidentes de quemaduras con pólvora. Los hospitales se preparan, por estas fechas, para atender este brote; por supuesto, nuestro más grande centro médico para infantes se preparará aún más. Los que no se preparan para las quemaduras son los niños que las sufren. “Una quemadura duele para toda la vida” no es una frase cliché. Duele durante toda la vida a quien la sufre y a quien la provoca.

Deber social

No piense que un accidente de este tipo solo les ocurrirá a los demás. De todos modos, nuestro deber social, pero como humanidad, es ser empáticos, solidarios, respetuosos, benevolentes, caritativos; debemos identificarnos con el dolor, el malestar y la angustia ajenos.

De todos modos, la única forma de que no le pase a usted o su familia es que le ande de largo al peligro, en este caso, a la pólvora. Cuando veamos las luces brillantes en el cielo, habrá un sonido estruendoso que las acompañará y, en la tierra, pocos segundos después, la ansiedad, la zozobra, la intranquilidad y el sufrimiento empezarán —o continuarán— para personas o animales que, sin lugar a duda, no tienen por qué pagar las consecuencias de los juegos pirotécnicos.

A manera de analogía, si la mejor vacuna es la que se administra, la mejor pólvora es la que no se quema. Ojalá cada uno de nosotros contribuya a tener felices fiestas en todos los hogares. ¿Qué tal si la plata que pensaba gastar en pólvora la invierte en comida y regalos para una familia necesitada? Se lo aseguro, será una mejor Navidad y fin de año para todos; serán también, por mucho, las fiestas más felices.

juan.romero.zuniga@una.ac.cr

El autor es profesor de Epidemiología en la UNA desde hace 20 años. Ha publicado unos 140 artículos científicos en revistas especializadas.