Polígono: El maíz del año

Tenemos la impresión de que la presente campaña electoral solo les interesa a los candidatos.

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Aun cuando nuestro pesimismo vaya a contrapelo de la perspectiva que abre el elevado número de partidos inscritos —bastante más de cien—, tenemos la impresión de que la presente campaña electoral solo les interesa a los candidatos.

Sospechamos que, pese al esfuerzo publicitario del TSE, los resultados estarán marcados por un abstencionismo tan alto como el de hace casi cuatro años.

Hay analistas que comentan el inusual crecimiento del número de partidos cantonales, fenómeno cuyo primer efecto consiste en entusiasmar a los mismos analistas, algunos de los cuales esperan que esa circunstancia atraiga más electores a las urnas y origine gobiernos locales con cierta independencia frente a los partidos representados en los poderes legislativo y ejecutivo.

Nos parece que tal resultado tendría verdadero impacto político nacional, a causa de su valor predictivo sobre las elecciones generales del 2022, solo si se llegara a dar en varios cantones de elevada población.

Algunas grandes derrotas de las maquinarias electorales tradicionales harían que, por primera vez, las carnívoras cúpulas políticas nacionales se sientan sometidas a una dieta vegetariana.

Las propuestas programáticas de los partidos inscritos no influyen en modo alguno en estas impresiones personales. De hecho, ponemos en duda la existencia de tales propuestas.

Lo que sí se está dando, como herencia perversa del fenecido bipartidismo, es un oleaje de caudillismos de caserío que, sin llegar a tormenta, tiene la virtud de revolver las aguas.

Así, por ejemplo, en un cantón caracterizado desde siempre por el predominio político de un clan que distribuye de manera feudal las candidaturas a alcaldes y diputados, la campaña de reelección del actual alcalde está dirigida por los más prominentes líderes del hasta ahora tradicional partido opositor. He ahí un buen indicio de que las aguas se han enturbiado pese a que no hay ventolera.

En todo caso, no menospreciemos los colmillos de los viejos capos. Nos cuentan que en la cúpula de un partido tradicional, a los candidatos de los partidos cantonales los llaman “los mostrencos”. Un campesino de los de antes diría: “Apenas los semblanteen, les echan la soga y los meten en su corral”. Un abogado citadino lo expresaría con delicadeza: “En cuanto se monten, los reclutamos”.

duranayanegui@gmail.com

El autor es químico.