Polígono: De cacería

Iniciada la campaña electoral, se advierte un notable incremento en la frecuencia de las salidas, en las páginas de opinión, de personajes que hoy no aparecen como candidatos a puestos electivos. Algo buscan

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Cuando se escucha la escudilla de latón deslizándose sobre el piso, las colas de los cachorros ansiosos comienzan a oscilar como agujas de metrónomo en una clase de piano. Iniciada la campaña electoral, se advierte un notable incremento en la frecuencia de las salidas, a las páginas de opinión, de personajes que, si bien desde hace muchos años son promotores o agitadores de alguno de los partidos políticos tradicionales, hoy no aparecen como candidatos a puestos electivos. La lectura de esas alambicadas divagaciones no es para nada interesante, y mucho menos entretenida, pero suscita la sospecha de que, dados sus vínculos y afinidades con alguno de los aspirantes a la presidencia de la República, lo que buscan los articulistas es despertar especulaciones sobre sus posibilidades de ocupar, tras una problemática victoria del amigo candidato, un ministerio, un viceministerio, un puesto en la junta directiva de una institución autónoma o, a más no haber, una embajada.

Lo más peculiar de este juego del “fíjate, yo estoy aquí”, es que los artículos consisten básicamente en interminables descripciones de problemas, carencias y amenazas a los que, de manera real o supuesta, se enfrenta el país, elaboradas a la manera de las listas que se envían a la lavandería junto a los sacos de ropa sucia: todas indican cuáles son las prendas que se han de lavar, pero ninguna da indicaciones sobre el tipo de detergente recomendado para cada una de ellas. Lo único que estos analistas de temporada enuncian son consabidos lugares comunes del género “es una barbaridad”, “tenemos que hacer algo”, “hay que iniciar un proceso”, “esto debe arreglarse”, “si no tomamos medidas empeoraremos” o “ya es hora de actuar”.

Entre las curiosidades ignoradas a propósito, en estas inútiles proclamaciones, está el hecho de que no pocos de sus autores figuraron en gobiernos del pasado que, ostensiblemente, fueron unas barbaridades, no hicieron nada, no iniciaron nada, no arreglaron nada, no tomaron medidas y, en rigor, actuaron parcamente. Lo cual nos lleva a concluir en que los embadurnadores de ocasión escriben con plumas –figuradas porque no sabemos si sus textos fueron redactados por encargo– tan falsas como las que suelen engalanar los estrafalarios vestidos típicos de las candidatas a Miss Universo.

El autor es químico.

duranayanegui@gmail.com