Pluralismo

Hacen bien las autoridades de salud y el Colegio de Médicos cuando ni siquiera responden al llamado a un debate, insistentemente propuesto por los enemigos de la vacunación

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Los militantes contra las vacunas, en particular las utilizadas para enfrentar la covid-19, se consideran victimizados por la prensa internacional y la acusan de falta de pluralismo. Las opiniones de sus dirigentes no se reflejan en la «gran prensa» y sus protestas pasan inadvertidas. Apenas se les menciona para criticarlos.

Tienen razón en cuanto a la escasa cobertura. El error está en atribuirla a falta de pluralismo. El pluralismo consiste en reflejar diversos puntos de vista sobre los hechos, pero ningún medio está obligado a publicar falsedades, especialmente si son peligrosas para las personas o la sociedad.

El periodismo aprendió la lección hace muchos años, cuando la industria del tabaco contrató hábiles relacionistas públicos para sembrar dudas sobre las conclusiones de un panel de médicos del más alto nivel, entre ellos varios ganadores del Nobel, que estableció claros vínculos de causalidad entre el cigarrillo y el cáncer.

En apego al concepto de «objetividad» imperante en la época, los periodistas se sentían obligados a «equilibrar» los resultados de un estudio ejecutado por científicos brillantes con los argumentos ingeniosos de publicistas contratados para entronizar la mentira. El caso, y otros similares, condujeron a un examen crítico de aquella «objetividad», que todavía subsiste como prejuicio, aunque hoy a ningún ejecutivo tabacalero se le ocurriría pedir el «equilibrio» de la contraparte en un artículo sobre el vínculo entre el cáncer y el fumado.

Asimismo, nadie falta a la objetividad, ni al pluralismo, cuando rehúsa publicar las falsedades del movimiento contra las vacunas. Por idénticas razones hacen bien las autoridades de la salud y el Colegio de Médicos cuando ni siquiera responden al llamado a un debate, insistentemente propuesto por los enemigos de la vacunación. Aceptarlo sería dignificar las fantasías e invitarlas a compartir el escenario, en condiciones de igualdad, con la ciencia establecida.

Ni el pluralismo ni la mal entendida objetividad obligan a crear confusión o incrementar el riesgo de inducir a error a una persona susceptible. Es cuestión de vida o muerte, y si la «gran prensa» no difunde las mentiras, no es para participar en una conspiración internacional, sino para cumplir una de sus funciones, como cuando rechaza dar vuelo a otras teorías de la conspiración, como las conducentes al odio racial o étnico. ¿O también en esos campos nos debe gobernar el supuesto pluralismo?

agonzález@nacion.com