Página quince: Como una carta de amor

A sus 95 años, el autor sienta cátedra sobre cómo expresar el sentimiento quizás más humano que existe.

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El recuerdo colectivo, de un tiempo y un lugar, se va individualizando con el transcurso de los años hasta llegar a convertirse en algo personal, íntimo y, si son demasiados los años, en un recuerdo del recuerdo; casi un sueño, que no lo es. Solo sé que sucedió.

Cuando todos los que estuvieron conmigo desaparecieron marchando hacia el otro lugar, más allá de la orilla del frente, comprendí el suceso porque ahora vivo del recuerdo del recuerdo, de lo que sé que sucedió sin saber cuándo y dónde. Como un sueño, que no lo es, porque ninguna vez fue soñado.

Por eso te escribo. Por la necesidad de comunicarte lo que nunca te expresé. Es que tú no te acuerdas, pero soy Enrique, sí, Enrique. Era, en otro tiempo y en otro lugar. Era, pero ya no. Es que tú no te acuerdas.

Lo que sucede es que te amé sin palabras; entonces, nada te puedo repetir. Tú, desde luego, no te acuerdas porque nunca hubo una carta ni un proyecto ni una conversación pensando en el futuro. Tú nunca me perteneciste para el mañana.

Pero eras; de lo contrario, no estarías en el recuerdo del recuerdo. No serías parte de lo único que soy a mis casi 95 años: un hombre que se ilusiona con tener todavía un futuro, pero que es solamente lo que fue. Siento que fuiste y continúas siendo parte de un lejano ayer.

El recuerdo del amor con que te amé regresa de vez en cuando. Entonces, me despierto y te pienso amorosamente tranquila. Tú no lo puedes recordar porque nunca te dije cuánto te amé. Soy Enrique, sí, Enrique. Era en otro tiempo y en otro lugar.

Hoy necesito decirte, porque tú eres parte importante de todos los que estuvieron conmigo y que ahora están más allá de la orilla del frente, que tengo recuerdo frecuente de un lugar de no sé dónde y de una mujer que no sé quién fue. Recuerdo de un recuerdo que me llega tan de tarde, tan de noche… tan amaneciendo.

El autor es abogado.