Página quince: Bananos limonenses y la caída del Muro

La fruta era ansiada en Alemania Oriental y luego fue usada por Adenauer para negociar el ingreso a la UE.

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A finales de 1989, durante una visita familiar en California, no pude creer lo que transmitían las televisoras en directo: gran cantidad de personas, que vivían al lado este de lo que Winston Churchill denominó la cortina de hierro, cruzaban eufóricas al lado occidental de Berlín. El movimiento, de un gentío cruzando “el muro de la vergüenza”, era impresionante. Histórico.

Los mensajes del papa Juan Pablo II a favor de la libertad, el llamado desde la Puerta de Brandemburgo hecho por el presidente Ronald Reagan a su colega Mijail Gorbachov para que demoliera el muro (Mr. Gorbachev, tear down this wall!) y la orden que Gorbachov giró a los soldados en la frontera de abstenerse de disparar contra los manifestantes, contribuyeron a la histórica caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989.

Gorbachov disolvió en 1991 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuyo modelo económico, el cual años antes, algunos en Occidente habían sugerido imitar, tuvo como fecha simbólica de defunción la caída del Muro.

Según una historia apócrifa, en el Campeonato Mundial de Fútbol México 70, los mexicanos hacían barra al equipo de la Unión Soviética, en cuyas camisetas figuraban las siglas CCCP, porque estaban seguros de que significaban cucurrucucú paloma, de la popular canción de Pedro Infante.

Quizá no conocían, y ciertamente no es apócrifo, que el banano, quizá producido en la provincia de Limón, también desempeñó un papel importantísimo en la caída del Muro.

Telón de acero. Al final de la Segunda Guerra Mundial, las potencias vencedoras dividieron a Alemania en dos: Alemania Occidental y Alemania Oriental. Berlín, la antigua capital, quedó en el lado oriental, el comunista, dividido en cuatro zonas administrativas: la británica, la francesa y la estadounidense, países con regímenes políticos democráticos y economías de mercado; más la zona soviética, de economía socialista.

Con el fin de evitar que la gente del lado este tuviera “malas influencias” del oeste, Alemania Oriental comenzó en 1961 la construcción del Muro de Berlín, una cosa horrible de 45 kilómetros de largo. Yo tuve la oportunidad de visitarlo en el verano boreal de 1972 y daba miedo acercarse a menos de cien metros.

Con el paso del tiempo, la parte oriental comenzó a empobrecerse y sus habitantes ansiaban poder “votar con los pies” y pasarse al otro lado, donde había progreso político y económico.

Miles lo hicieron arriesgando su vida. Algunos la perdieron en el intento. En el lado oriental, también escaseaba la comida y otras cosas. El banano pasó a ser un bien de superlujo. En 1989, jóvenes de la Alemania Oriental no conocían la fruta, solo sabían, por lo que les contaban sus padres, que era deliciosa.

Cuando lograron cruzar el muro, lo primero que quisieron adquirir en Berlín Occidental fueron bananos, constituidos en signo de progreso y de lo que suplen las economías democráticas y librecambistas.

Algunos instaron a las organizaciones humanitarias a repartir bananos en grandes cantidades, y en la celebración de la caída del Muro de Berlín la gente no paraba de comerlos. La fruta se convirtió en signo de libertad y hasta se utilizaron dos para formar la letra D, de una Alemania (Deutschland) unida.

Alemania tiene el mayor consumo de bananos per cápita entre los países de la Unión Europea. Y los del lado este comen ahora el doble que los del oeste.

Consumidores y productores. Pero la historia va más allá, pues el propio ingreso de la República Federal de Alemania (RFA) a la Unión Europea (UE), nacida del Tratado de Roma, tiene relación con los bananos.

Como España y Francia poseen territorios de ultramar productores, como las islas Canarias, Guadalupe y Martinica, abogaron por someter a elevados aranceles la fruta proveniente de naciones no pertenecientes a la UE.

Pero la RFA, por medio de su primer canciller, Konrad Adenauer, puso como condición de ingreso a la UE la eliminación de la barrera, lo cual demoró la fecha de incorporación a la unión, llamada entonces Comunidad Europea.

Cuando Alemania obtuvo lo solicitado, Adenauer, como signo de victoria, ante el Bundestag mostró, orgulloso, un banano, señal del deseo de Alemania de hacer que la UE siguiera, en mucho, sus planteamientos políticos.

Mas no todos recibieron con alegría la caída del Muro de Berlín. En una entrevista concedida hace unos años a Al-Yazira, una señora quien de joven había vivido en Dresde, en la parte comunista, manifestó haber llorado cuando escuchó la noticia de la caída del Muro de Berlín porque era una sincera activista luchadora por un mejor modelo socioeconómico, bajo el comunismo, y porque a los vecinos quienes celebraban la unificación alemana solo los movía el deseo de “comer bananos del oeste”.

Estimados lectores, no es improbable que ese banano hubiera sido producido en Limón, pues, según datos de la Corporación Bananera Nacional (Corbana), Costa Rica es el tercero o cuarto país exportador de banano del mundo, la producción genera más de tres cuartas partes de la mano de obra limonense y Alemania ha figurado durante mucho tiempo entre los principales destinos de esas ventas.

tvargasm@yahoo.com

El autor es economista.