Olor a xenofobia

¿Por qué los migrantes van ‘sucios, mal vestidos y con mal olor’ a probar suerte en la Embajada de EE. UU.?

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No debería ser difícil para un migrante que huye de una dictadura empobrecedora y aniquiladora, de pandillas y guerras, cuidar su presentación personal mientras atraviesa los ríos en el Darién y trata de esquivar a los criminales que, en el mejor de los casos, lo asaltarán y, en el peor, lo secuestrarán o violarán.

Ese parece ser el criterio de una persona que me llamó el viernes después de dos décadas. La conversación giró en torno a varios temas y terminó con el relato de la cancelación de su viaje a Estados Unidos debido a la complicada renovación de la visa.

La persona en cuestión acudió a la Embajada de Estados Unidos creyendo que aún podía obtener el visado de la manera antigua y se impactó al ver una gran cantidad de extranjeros haciendo fila, principalmente venezolanos. Con tono de repulsión, los describió como “sucios, mal vestidos y con mal olor”.

Cuánto ha aumentado la ignorancia y cuán afortunado es el mundo de tener a personas como mi amiga Silvana Botbol, quien forma parte de la organización Cadena y, al hablar de los migrantes, me pinta un cuadro conmovedor.

Silvana hace todo lo posible para que quienes dejan sus países forzosamente conserven su humanidad, llevando a la práctica y no solo predicando lo que dice el Talmud: “Quien salva una vida, salva al mundo entero”, la frase con la que Cadena orienta sus intenciones.

Según Médicos Sin Fronteras, solo en el primer trimestre de este año, el número de migrantes que cruzaron el Darién superó la marca de los 100.000, cifra que en el 2022 se alcanzó a mediados de setiembre. Son personas que enfrentan la falta de agua potable, sufren diarrea, deshidratación y hasta fiebre. Las tenemos en Paso Canoas, donde Silvana y Cadena se esfuerzan por proveerles lo necesario para sobrevivir.

Esto explicaría por qué los migrantes acuden a la Embajada de Estados Unidos “sucios, mal vestidos y con mal olor”, y nos lleva a reflexionar sobre la importancia de actuar, tal como hace Silvana, quien no pierde la sensibilidad ante el sufrimiento humano, y más aún, se esfuerza por brindar alivio.

Esperemos no tener que enfrentar la situación de hacer fila en una embajada “sucios, mal vestidos y con mal olor”. En caso de que suceda, sería inútil llevar en la mochila un perfume como defensa contra la discriminación.

gmora@nacion.com

La autora es editora de Opinión de La Nación.