No caiga otra vez en la trampa, presidente Díaz-Canel

En octubre de 1962, estalló la crisis de los misiles en Cuba. Usted era muy pequeñito y no sabe cómo ocurrieron los hechos

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FIRMAS PRESS.- Hace unos días, señor Díaz-Canel, Dmitri Peskov, portavoz ruso, lo dijo cándidamente: “Pensamos en cómo garantizar nuestra propia seguridad”. Se refería a unas declaraciones de Sergéi Ryabkov, vicecanciller ruso, en las que a media lengua amenazaba a Estados Unidos con instalar tropas y misiles en Cuba y Venezuela si la OTAN continuaba asediando a Rusia o suministrando armas a Ucrania.

Su función, presidente (y la del señor Maduro en Venezuela), no es garantizar la seguridad rusa, sino el bienestar de los cubanos (y los venezolanos). Algo que está mucho más allá de sus posibilidades, mientras no cambie el sistema productivo que padece ese pobre país, pero, por lo menos, les puede ahorrar a nuestros compatriotas la amargura de otra derrota y la zozobra de perder la vida inútilmente.

Por esa misma razón, en octubre de 1962, estalló la crisis de los misiles en Cuba. Usted era muy pequeñito y no sabe cómo ocurrieron los hechos. La URSS quería apuntar hacia el corazón de Estados Unidos, pero John F. Kennedy puso en pie de guerra a su país y se dispuso a pelear si no quedaba más remedio.

En aquella oportunidad, Fidel Castro le envió un telegrama cifrado pidiéndole al primer ministroruso que bombardeara con armas nucleares preventivamente a Estados Unidos. Nikita Krushev le respondió que era un insensato y desechó su loca iniciativa. Cuba hubiera quedado como un hueco humeante y radiactivo durante medio siglo. Era un final operático para un loco de atar.

Entonces, yo vivía en Miami, tenía 19 años, y me llevé a varias docenas de jóvenes cubanos al ejército Estadounidense con la promesa de que desembarcaríamos en Cuba.

Tony Varona, uno de los jefes de la resistencia, ex primer ministro de la Cuba democrática, que tenía un hijo preso en Cuba tras desembarcar en bahía de Cochinos, al regreso de Washington, donde se entrevistó con asesores de JFK, me lo aseguró, y yo les repetí sus palabras a los muchachos.

Afortunadamente, eso no sucedió. Todos habríamos muerto. Los coroneles soviéticos —había 40.000 soldados rusos en Cuba— contaban con armas nucleares tácticas que podían utilizar a discreción. Las habrían lanzado contra nosotros, lo que hubiera generado en corto tiempo una guerra atómica entre la URSS y Estados Unidos.

Incluso, hubo un episodio en el que no hizo falta para prender la chispa el enfrentamiento directo entre un desembarco del ejército de Estados Unidos y las tropas soviéticas acantonadas en Cuba.

Muchos años después del incidente, se supo que un submarino soviético, dotado de una carga nuclear que habría hecho añicos un portaviones y su flotilla de ataque, dato que ignoraban los estadounidenses, rompió el cerco de la marina de EE. UU. durante la crisis de octubre.

Los estadounidenses le lanzaban cargas para que saliera a la superficie. El submarino había perdido el contacto con su base y no sabía si la guerra ya había comenzado. De acuerdo con las reglas para lanzar un ataque, los tres oficiales al mando debían estar de acuerdo: el capitán, el primer oficial y el segundo.

El capitán y el primer oficial pensaban que habían comenzado los combates, pero el segundo, llamado Vasili Arkhipov, no creía en esa posibilidad y persuadió a sus dos compañeros de que no contraatacaran. Fue un héroe del que nada se supo.

En 1962 el marxismo-leninismo era, realmente, una opción vagamente creíble. Nikita afirmaba que en 10, 20 o 30 años la URSS estaría a la par de EE. UU. Los soviéticos habían inaugurado la era espacial con el Sputnik, y “el poder de los soviets más la electricidad”, como quería Lenin, estaba dando resultados, especialmente tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Había zonas urbanas que crecían al 10% anual.

Pero era una cuestión de ignorancia. Bastaba con leer el libro titulado Socialismo: un análisis económico y sociológico, escrito por Ludwig von Mises en 1922 (seguramente para Lenin, entonces en su apogeo), sobre el fracaso del sistema de precios en el socialismo, y cómo acabaría produciendo una monstruosa distorsión que haría totalmente imposible el cálculo económico.

Pero en 1962 no era necesario acudir a la lectura o al análisis teórico. Era suficiente comparar los resultados de las dos Alemanias para saber, al cabo de unos años, lo que ocurriría en uno y otro sistema.

En fin, señor Díaz-Canel, Putin está jugando con candela y se va a quemar. Los británicos les han vendido a los ucranianos cientos y cientos de armas de última generación que se disparan desde el hombro contra los tanques y las piezas de artillería.

Estonia sirve para hacerle llegar a Kiev los misiles Spikesde Israel contra la aviación. Para dirigir la guerra, EE. UU. ha instalado su cuartel general en Albania, el más antisoviético de los exsatélites.

Francia, Inglaterra y EE. UU. garantizan que Rusia no va a utilizar las ojivas nucleares. La OTAN con Biden está funcionando razonablemente bien. ¿Para qué usted se va a meter en esa guerra, presidente? Es una tumba para Rusia.

@CarlosAMontaner

Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor. Su último libro es Sin ir más lejos (Memorias).