Manoseo cambiario

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Tengo claro lo sucedido la semana pasada en el mercado cambiario, pero me acosan viejas y serias inquietudes.

Me recuerda el episodio vivido en 1992 cuando, de buena fe, liberamos el mercado cambiario y enfrentamos a poderosos grupos de interés. En esos días, la peregrinación de ellos a Zapote era constante; también, en los gobiernos de Arias y Chinchilla, cuando lograron postergar largamente la banda cambiaria por decisiones tomadas directamente en casa presidencial. Hoy, por fortuna, las cosas han variado, pero aún vemos mucha rapacidad allá afuera. Hay intereses gremiales, políticos y mediáticos proclives a devaluar el colón y generar una crisis.

A la demanda normal se sumó otra de carácter especulativo, confirmada al comparar el promedio diario de transacciones normales con las registradas al principio de la semana pasada, que fácilmente las duplican. Parecía como que vendedores y compradores se ponían de acuerdo, deliberadamente, para empujar el tipo de cambio al inicio de la sesión hasta que el Central acudía vendiendo divisas para apaciguar el apetito. Al día siguiente, hacían lo mismo con pujas simultáneas de compra y venta inicial, mientras el Central volvía a ceder, hasta que al fin, el jueves, se amarró los pantalones. Yo no siento ninguna pena –ninguna– por quienes compraron caro y perdieron.

Al Central también le cae algún mea culpa por el deterioro de la prima por invertir en colones. Cuando el tipo de cambio empezó a subir y la inflación a repuntar, era tiempo de ajustar tasas. Habría disuadido esa parte de la demanda especulativa producida por el deseo de los ahorrantes de dolarizar activos y aumentar la tenencia de dólares. Viendo la inflación futura (la pasada ya jugó), las tasas de interés deberán subir en términos nominales para preservar su valor real (curiosamente, a los bancos públicos no se les ha encendido la luz), pero la misma presión gremial, política y mediática adversa el ajuste de tasas para que el tipo de cambio continúe subiendo. No creo que acierten.

Si bien la crítica al Central es saludable, también es justo reconocer sus aciertos. Desarrolló un promisorio sistema de subasta de divisas, cuya entrada en vigor debería adelantar, y resistió la presión de ciertos grupos afanados en devaluar.

En ese envite, el presidente Solís actuó bien. Supo respetar su autonomía, en las buenas y en las malas. Después de lo ocurrido, creo que nos enrumbamos a un nuevo período de estabilidad.