Los problemas educativos exigen acción

Los recortes al presupuesto pasarán una factura enorme en la próxima década, es tiempo de actuar para rectificar donde haga falta

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La crisis educativa exige un cambio radical y un esfuerzo solidario nacional. Por su complejidad, requiere del concierto de diversas instituciones, porque la mala calidad afecta el desarrollo y el Estado social de derecho.

Los recortes al presupuesto van a pasar una enorme factura en los próximos 10 años. La falta de infraestructura, a pesar de recursos y más de 60 ingenieros en la planilla del Ministerio de Educación Pública (MEP), demuestra inoperancia.

Es impresionante que 78 instituciones educativas tengan orden de cierre y 126 operen en condiciones de riesgo. Está claro que el MEP necesita un cambio de rumbo y no será fácil debido a los intereses de siempre.

Sobre los múltiples actores que conforman el sistema educativo, debemos preguntar con transparencia cuáles son sus fortalezas y debilidades, así como cuáles son los cambios que requieren el Consejo Superior de Educación (CSE), el MEP, la ley de carrera docente, el Servicio Civil, el Código de Educación, el Instituto de Educación Uladislao Gámez y las universidades públicas y privadas que gradúan a los docentes. Toda la institucionalidad debería estar a prueba.

Política pública

Si queremos educación de calidad, la formación de docentes debe ser rigurosa y renovar la institucionalidad. Hay que hacer un cambio en la formación y selección de los futuros docentes.

La educación debe tener una política pública a largo plazo, a prueba de vaivenes políticos. El país no está para ocurrencias ni para la eliminación de programas modelo, como la Fundación Omar Dengo, debido a la falta de diálogo y negociación.

Son impostergables mayores controles para quienes aspiran a una maestría o especialización. La sociedad debe devolver a los educadores el prestigio, los méritos y la autoridad que merecen.

El MEP ha fallado a los educadores en la formación continua a lo largo de su carrera y los docentes deben preocuparse por enseñar, no perder su valioso tiempo en funciones administrativas que no les corresponden.

Los educadores no deben saturarse de horas de clases, deben tener espacio para investigar y trabajar en conjunto con otros para enriquecer la formación y completar los esfuerzos.

Verticalidad

Todo proceso educativo requiere un marco común y lineamientos globales, pero en cada escuela o colegio el cuerpo educativo debe tener libertad de organizar el currículo, siempre que se cumplan los objetivos.

Hay que fomentar la creatividad y la libertad de elección, potenciando la responsabilidad y midiendo los resultados. Es impresionante la enorme cantidad de directrices burocráticas que deben cumplir los educadores, sin que se midan las necesidades puntuales de las centenas de variables que se presentan en cada centro educativo.

Los educadores deben analizar las necesidades de sus alumnos y apoyar creativamente a cada uno. Terrible error cometen las autoridades con las pruebas estandarizadas. No todos los alumnos tienen las mismas facilidades de aprender y las mismas oportunidades en los primeros años.

Deberíamos valorar que el mismo educador se mantenga como orientador desde la primaria hasta la secundaria para apoyar a todos e ir nivelando al grupo a través de atenciones puntuales a necesidades distintas.

Es fundamental estimular en los estudiantes la curiosidad, el diálogo, el respeto, los valores cívicos, la innovación, el descubrir, la solidaridad, la responsabilidad, el compañerismo, la autoevaluación y la superación.

Estos deberían ser los valores centrales desde niños, no las calificaciones cuantitativas. Los niños necesitan sentirse apoyados y no solo calificados numéricamente.

El ocio y el descanso, igual que los deportes y las artes, deben fomentarse. Es un terrible error establecer extensas jornadas lectivas. Debe existir un balance y trabajar en clases para que los alumnos no lleguen a la casa cansados a hacer tareas.

Delegación

Bien haría el Ministerio de Educación si delega en cooperativas o empresas municipales público-privadas que premien los resultados y la excelencia. Así, los fondos públicos se repartirían de forma equitativa y se le fijaría un valor al esfuerzo y la calidad.

De esta forma, acabarían las estructuras rígidas y burocráticas que tienen altos costos y poca productividad. Este paso no es privatizar, es ir en pos de la productividad y la mística para sacar adelante la educación pública.

La educación de calidad es la base del futuro. Se ha demostrado que al delegar y exigir resultados la calidad y la eficiencia aumentan. Es imposible manejar con eficiencia 4.759 centros educativos y 80.000 educadores.

Cada comunidad debería preocuparse por su centro educativo, bajo un esquema de competitividad y responsabilidad. El esquema centralista, costoso e ineficiente promueve el retroceso y acentúa las brechas sociales.

Todos los jóvenes necesitan educación de buena calidad. No deberíamos aceptar que la infraestructura educativa siga deteriorándose y que estudiantes y docentes trabajen en condiciones insalubres.

No debemos aceptar que solo el 31 % de los estudiantes que quieren ingresar a las carreras de ciencias básicas aprueben el examen de admisión de la UCR. Tampoco, seguir posponiendo el conocimiento del idioma inglés y la educación dual.

El 62 % de los docentes aceptan que la mayoría de los estudiantes no saben redactar y tienen serios problemas de comprensión. Estamos en una grave crisis, debemos abrir un diálogo nacional y dejar de estar buscando culpables.

Hay que impulsar un cambio radical, y es una labor de todos. Hablo de 1,2 millones de estudiantes que deben ser rescatados de la desigualdad, la pobreza y el peligro de las drogas.

El hueco que dejó la pandemia y la inoperancia burocrática deben corregirse con el apoyo de la sociedad. Es un compromiso nacional y así lo debe ver el gobierno.

jorge.woodbridge@icloud.com

El autor es ingeniero.