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“Finanzas de CCSS abandonan estado de coma tras fuerte apretón de faja” es el titular de una noticia que sale en este periódico, esta semana. La historia viene de dos años atrás, cuando salió a la luz pública que la Caja tenía un enorme hueco en sus finanzas. Los ingresos no alcanzaban para tanto gasto. Se decía que se aumentaban las cuotas obrero-patronales o se limitaban algunos servicios por la falta de dinero. Hoy en día la situación es totalmente diferente y la Caja, más bien, tiene un superávit. Cómo hizo la Dra. Ileana Balmaceda para darle vuelta a la situación nos deja algunas lecciones para el resto del sector público.

En el 2011, una comisión de notables encontró que la causa principal de la crisis de la Caja era la mala gestión a todo nivel: junta directiva, presidencia ejecutiva, administración y mandos medios. Una combinación de pocos controles de cuánto y cómo se gastaban los recursos, con una mala evaluación de los procesos. Además, se daban casos de decisiones tomadas más con fines políticos que de acuerdo con las necesidades de la Caja. Un ejemplo de ello, anotado por la comisión de notables como uno de los hechos más nefastos para las finanzas de la institución, fue la creación de casi 9.000 plazas durante la presidencia de Eduardo Doryan.

La solución al problema financiero de la Caja no podía ser otra que un apretón de faja. Según dice la noticia, en estos últimos años se ha trabajado en la optimización de horarios para reducir el pago de horas extras y disponibilidades médicas, sin que esto implique un deterioro en la calidad de los servicios. También se ha hecho un esfuerzo para mejorar la recaudación de los aportes, la eliminación de consultorías y becas no primordiales, así como más control en incapacidades.

De este proceso que ha tenido la Caja se pueden sacar varias lecciones, que debería utilizar don Edgar Ayales, ahora que está por plantear una propuesta de solución del déficit fiscal. Primero, antes de pensar en aumentar impuestos, el Gobierno debe mostrar que está haciendo un esfuerzo para mejorar el uso de los recursos. Eso implica la revisión con lupa de todos los rubros de gasto del Gobierno: compras, consultorías, salarios y pensiones. Segundo, se deben redoblar los esfuerzos para mejorar la recaudación de los impuestos existentes. Tercero, el plan se debe ejecutar con determinación. Eso significa que hay que luchar contra grupos de interés que están muy cómodos con el status quo, y que se opondrán a muerte a cualquier reforma. Eso es lo más difícil, ya que no son medidas atractivas desde el punto de vista político. Pero, si no se le entra al asunto con una determinación firme, tal como lo hizo la Dra. Balmaceda, seguiremos sin solucionar un problema que se hace cada vez más grande, y que pronto puede llegar a ser insostenible.