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La principal economía del mundo, Estados Unidos, muestra señales de recuperación. Eso es positivo para la economía mundial y para la costarricense, en el tanto se da un mayor dinamismo del comercio internacional. Sin embargo, también significa el final de una época de tasas de interés bajas y de flujos de capitales hacia países emergentes, lo cual impone retos para las economías con altos niveles de deuda.

La mayoría de los indicadores económicos de Estados Unidos dan señales positivas. El crecimiento de la producción, aunque negativo en el primer trimestre de este año, se justifica por factores climáticos. El desempleo tiene una clara tendencia a la baja, gracias a la creación de nuevos empleos. Eso ha generado más confianza de parte de los consumidores y de las empresas, lo que augura un mayor consumo, principal impulsor de la economía norteamericana. El déficit fiscal ha mostrado una clara tendencia a la baja, esfumándose así el fantasma de una crisis de deuda y descartando, de momento, medidas de austeridad más fuertes.

El mayor dinamismo de nuestro principal socio comercial significa mayores posibilidades de exportación y de entrada de turistas al país. Sin embargo, ese mismo panorama es el que provoca que la Reserva Federal (FED) esté planeando finalizar en octubre el enorme programa de estímulos monetarios que ha impuesto desde que se inició la crisis hace unos cinco años. Es de esperar, por lo tanto, que, conforme la FED vaya eliminando esos estímulos, las tasas de interés subirán. Los flujos de capitales hacia países emergentes, incluyendo el nuestro, ya no serán tan positivos o, incluso, se tornen negativos, yendo de regreso hacia Estados Unidos.

Esa no es una buena noticia para nuestra economía. Los elevados “déficits gemelos” –externo más fiscal– han forzado a nuestra economía a endeudarse. Ante la escasez de ahorro interno, buena parte de ese endeudamiento ha sido provisto por capital extranjero. El saldo de deuda externa total del país ha pasado de $7.200 millones en el 2006 a $17.400 millones en el 2013. De representar 32% del PIB, ahora representa 36% del PIB. Esos flujos han entrado al país en la forma de endeudamiento del sector público (bonos de deuda externa), de líneas de crédito del sistema financiero y del sector privado, y de inversión extranjera directa.

Ante la expectativa de menores flujos de capital, y de tasas de interés más altas, la presión del financiamiento de los déficits gemelos se trasladará a lo interno. De no lograr un mejor balance en dichos déficits, la presión del financiamiento empezará en el resto de la economía por medio de una devaluación del colón, inflación, tasas de interés más altas y, eventualmente, menor crecimiento económico.