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El sentimiento que tiene la gente sobre lo que sucede en la economía influye mucho en lo que pueda suceder. Si la gente cree que la cosa no va bien le entra el temor de quedarse sin empleo, o de que bajen sus ingresos. Entonces la gente se cuida en lo que gasta y las empresas lo piensan dos veces antes de invertir. Las ventas de los comercios bajan, la producción en las fábricas se reduce. Eventualmente, las empresas empiezan a despedir empleados, generándose un círculo vicioso de decrecimiento.

Lo contrario sucede cuando la gente tiene confianza en la economía. Si piensan que la cosa va bien, la gente se atreva a gastar más y las empresas a invertir. Eso genera más empleos, que repercute en más ingresos para las familias, que a su vez gastan otro poco más, generándose así un círculo virtuoso de crecimiento.

Costa Rica está, en estos momentos, en el primer escenario. El Financiero publica esta semana que su Índice de Confianza del Consumidor se desplomó en julio, llegando casi a igualar el nivel más bajo que tuvo durante la reciente crisis (finales del 2008). La UCCAEP también publica su Índice Empresarial de Percepción, el cual cae fuertemente para el segundo trimestre de este año, a un nivel tan bajo como el de mediados del 2009.

Ambos índices muestran un grave deterioro en la confianza que tienen tanto consumidores como empresarios de la economía. Esto coincide con el hecho de que la actividad económica se desaceleró fuertemente en el primer semestre del año. En esto influyen algunos factores coyunturales: lento crecimiento de la economía mundial, particularmente con una Europa en recesión y China desacelerándose; baja en precios y problemas de producción de algunos productos agrícolas de exportación; los aumentos en los precios regulados (luz, agua, combustibles) que redujeron el ingreso disponible de las familias y aumentaron los costos de producción. En la pérdida de confianza también influyen algunos factores de más larga data: el incremento en la desigualdad y el estancamiento de los índices de pobreza; la pérdida de competitividad del país, provocada por la apreciación del colón y por el muy lento avance en los cuellos de botella que tiene el país (infraestructura, educación, tramitomanía).

El pesimismo de los costarricenses también refleja una sensación de desilusión sobre el accionar del gobierno. El desgaste al final de la administración Chinchilla se nota. Abundan los ejemplos de acciones o decisiones impulsadas por esta administración, pero que luego se han detenido o revertido, por diversas razones: la reforma tributaria, la platina, la trocha, la Ruta No. 1, la refinería china, la restricción al crecimiento del crédito, etc. La sensación es que damos un paso para adelante y dos para atrás. Así es imposible que el país avance.