Letras de cambio

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En su visita a la Universidad Latina, el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton no se dedicó a impartir cátedra sobre los problemas políticos, sociales o económicos del mundo. El exlíder habló, más bien, sobre conductas generales que pueden llevar a los países, y su gente, a desarrollarse. Un par de lecciones pude extraer de lo que dijo el señor Clinton.

La primera lección es que, para desarrollarse, debe haber un enfoque de hacer crecer lo positivo y disminuir lo negativo. Debe haber una búsqueda de mejora continua. Para ello, es importante conocer muy bien las interdependencias, tanto entre personas como entre países, con el fin de resaltar las que generan resultados positivos para todos. Así, pues, en nuestras relaciones con lo demás debemos enfocarnos en encontrar lo positivo de la otra parte, en lugar de ver solo lo negativo, para así poder crear una relación que beneficie a ambas partes.

Ahora que estamos con la Copa Mundial, Clinton puso como ejemplo un partido de fútbol. En este, el objetivo de cada equipo es ganar el partido. En las fases de eliminación, como la que hoy vivirá nuestra Selección, florece el instinto humano de vencer y derrotar al contrario. El resultado de esa interacción es lo que se llama “suma cero”: lo que gana uno, el otro lo pierde.

Pero Clinton nos invita a pensar en otro tipo de interacciones: las que den un resultado de “ganar-ganar”. Puso a la educación como un ejemplo de ello. Invertir en educación, si bien puede implicar un costo en un principio, al final de cuentas genera beneficios positivos para todos los habitantes de un país.

Para sacarle el jugo –no me refiero al de naranja– a las interdependencias positivas, Clinton nos dice que hay que hacer dos cosas: dejar de enfocarnos en las diferencias entre nosotros para centrarnos en las sinergias positivas, y trabajar en equipo para crear oportunidades.

Esa es la segunda gran lección que extraje del discurso de Clinton. El trabajo en equipo es fundamental para lograr mucho más de lo que cada individuo puede hacer solo. Las ideas generadas por un grupo siempre serán mejor que las de una sola persona, aunque esta sea un genio. Igual sucede con la toma de decisiones. Un buen líder, por lo tanto, es el que logra que sus seguidores trabajen como equipo.

Regresando al ejemplo del fútbol, nuestra Selección, en su participación en el Mundial, refleja muy bien las dos lecciones extraídas de la charla de Clinton. Es un grupo de muchachos, dirigidos por un buen líder, que los ha llevado a pensar en lo positivo, en el “sí se puede” y en resaltar lo bueno para dejar atrás lo negativo. El trabajo en equipo los ha llevado a que el conjunto sea mucho más que la suma de las individualidades.

Ahora solo falta que apliquemos estas lecciones al país.