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Lo que no se mide, no se puede mejorar. Si aplicamos en sentido contrario dicha premisa, resulta que, si se quiere mejorar algo, hay que medirlo y darle seguimiento. Esto queda demostrado con el avance que ha logrado el país en el ranquin Doing Business calculado por el Banco Mundial. En este índice se mide cuán fácil o complicado es para un pequeño o mediano empresario nacional abrir y operar un negocio, cumpliendo con todas las regulaciones. En el informe que acaban de publicar, el país avanza 7 puestos comparado con el año pasado, y 20 puestos en los últimos dos años.

El logro se debe, en gran parte, al esfuerzo hecho por la ministra Mayi Antillón. Su empeño en darle seguimiento a los puntos en los que Costa Rica había salido mal en los informes anteriores del D oing Business , y buscar las soluciones adecuadas para resolverlos, está dando frutos. Es así como, por ejemplo, se logró reducir el tiempo que se tarda para abrir un negocio, de 60 a 24 días. Antes se requerían 12 pasos, y ahora son 9. Un ejemplo clásico de reducción y simplificación de trámites, con la participación de varias instituciones públicas. Un trabajo en equipo, en el que la coordinación a través del Consejo Presidencial de Competitividad e Innovación fue clave.

Para lograr avances importantes, en lo que sea, se requiere un objetivo claro, medir los avances, buscar un líder que le dé seguimiento y que guíe a un equipo de trabajo y, finalmente, ponerse a trabajar.

Ahora bien, está claro que, en materia de hacer negocios en Costa Rica, todavía nos falta mucho por hacer. Estar en el puesto 102 a nivel mundial no suena nada bonito. Eso es apenas el promedio de Latinoamérica, y está muy lejos de los niveles de los países de la OCDE, organización a la cual Costa Rica quiere afiliarse. El informe Doing Business nos castiga mucho en los temas de protección a los inversionistas, cumplimiento de contratos y resolución de insolvencia (quiebra), relacionados, todos, con el sistema judicial en alguna manera. También nos califica mal en lo complicado que es pagar impuestos, algo que Edgar Ayales debería tomar en cuenta, ahora que está abogando por una reforma fiscal.

Pero también queda espacio para seguir trabajando en la reducción y simplificación de trámites. Se deben revisar todos los procedimientos para eliminar duplicidades. Se debe continuar con la digitalización y sistematización de las rutinas para, así, agilizar los procesos y eliminar la discrecionalidad de funcionarios. Hay que lograr mayor transparencia. No es tarea fácil, pues siempre se tiene la oposición de muchos que tienen intereses en que las cosas no caminen bien. Cuando hay desorden, poca transparencia y mucha discrecionalidad, más de un vivillo se aprovecha.