Letras de cambio: Mejor análisis a la concesión del tren

El diablo está en los detalles: un buen estudio de costos y beneficios más la transparente competencia por la licitación son imprescindibles para no descarrilar antes de empezar.

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El buen cuidado de los recursos públicos es un imperativo siempre, pero aún más en tiempos de crisis.

Por eso, es muy bienvenida la amplia discusión en diversos medios sobre el proyecto del tren eléctrico metropolitano. La inversión pretendida en infraestructura y subsidios constituye tal vez el plan de obra pública más ambicioso del país en varias décadas. De ahí la necesidad de un análisis de costo-beneficio muy bien hecho.

Estamos claros en la urgencia de actuar en procura de una mejora en las formas de movilidad en la Gran Área Metropolitana (GAM).

La pérdida de tiempo, el estrés y la contaminación generados por las presas producen un significativo desgaste en la calidad de vida de quienes vivimos o trabajamos en la GAM.

Un buen proyecto de movilidad urbana debería fijarse como meta la disminución de los tiempos de traslado de personas dentro de la GAM y lo menos contaminante posible, independientemente de que sea en tren, bus, taxi, vehículo propio o bicicleta. La solución debe ser integral.

Nada se gana teniendo un muy buen tren, por ejemplo, si no está conectado a los otros medios de transporte.

Para hacer todo eso al costo más bajo se plantea la posibilidad de una alianza público-privada. El esquema funciona muy bien, pero debe estar también muy bien diseñado.

Para ello, deben establecerse muy claramente las metas, así como las responsabilidades y riesgos que debe asumir cada una de las partes.

De ahí surgen detalles que deben quedar muy claros en el cartel de licitación: ¿Cuáles inversiones hace el Estado, cuáles el concesionario? ¿Qué riesgos asume el concesionario? ¿Cómo se mide el éxito en la operación de la concesión? ¿Qué beneficios obtiene el concesionario si alcanza las metas, qué castigos se impondrán si no?

Como estas alianzas usualmente son de muy larga duración —del tren se dice que será de treinta años—, quien obtenga la licitación tendrá el “monopolio” de la operación por mucho tiempo. De ahí el imperativo de un proceso de licitación con suficiente competencia.

Muchas licitaciones en el sector público son diseñadas para que gane un oferente específico, y así se le asegura una jugosa ganancia.

Por el buen cuidado de los recursos públicos, esto no puede suceder con el tren eléctrico metropolitano.

lmesalles@ecoanalisis.org

El autor es economista.