La guerra de Trump

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está a punto de romper los fuegos de una guerra comercial de alcance mundial.

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Donald Trump vuelve a llamar la atención, y a poner el mundo patas para arriba. Lo último es la imposición de aranceles a la importación de acero y aluminio.

Puede ser que el efecto de estos aranceles sobre la economía estadounidense no sea tan grande, pero las consecuencias en el comercio mundial sí pueden ser muy significativas. De hecho, estamos a las puertas de una guerra mundial comercial, en la que es muy probable que los países afectados respondan con nuevos aranceles, para que luego Trump tome represalias con aranceles “recíprocos”, y así de ahí en adelante.

Si bien Trump no es el primer presidente de Estados Unidos en imponer medidas proteccionistas, esta vez puede ser muy diferente. Trump cree, contrario a lo que pensaban sus predecesores, que el comercio internacional no es bueno para su país. Que es un juego de suma cero, en el cual lo que un país gana el otro lo pierde. De ahí que, si un país importa más de lo que exporta, es un perdedor neto. Y como a Trump no le gustan los perdedores, su meta es eliminar el déficit comercial de Estados Unidos, que ronda los 800.000 millones de dólares.

Y para eso es que quiere iniciar una guerra comercial, porque él cree que es buena para su país y que la puede ganar fácilmente.

Desconoce por completo el concepto básico de ventajas comparativas, que establece que el intercambio entre países permite la especialización de cada uno en lo que es comparativamente mejor. La ganancia en eficiencia, a su vez, permite a cada país ganar en competitividad para exportar mucho más. Si no existe la posibilidad de importar, el país se ve obligado a producir todo lo que requiere, lo cual es muy ineficiente y caro. El caso de los aguacates en Costa Rica es un buen ejemplo.

Trump se escuda en que el acero y el aluminio son materias primas para la fabricación de armas de defensa para justificar los aranceles por razones seguridad nacional. Con esto, abre un portillo enorme para que cualquier país quiera iniciar una guerra comercial y utilice la misma excusa.

Con sus acciones, Trump pone en jaque la labor de facilitación y defensa del comercio internacional que pretende hacer la Organización Mundial de Comercio. El comercio mundial podría quedar sin reglas claras, a expensas de la ley del galillo (el que más grite, gana). En eso, Trump cree que es el mejor de todos.

lmesalles@ecoanalisis.org