La fiesta

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Una “imaginación muy frondosa”, como la que el presidente de la República culpa de encontrar “compadre hablado” en los acuerdos que pusieron fin a la decrépita tatarabuela de todas las huelgas, no puede dejar de sospechar la infiltración del movimiento No más Recope en la comisión de fiestas de la institución.

Las suspicacias nacen de la lectura de la licitación, estimada en ¢6,8 millones, para atender a 300 selectos funcionarios. Según el cartel, el menú debe incluir “yuca a moho cubano”. El propósito de intoxicar a los comensales no puede ser más evidente, y la exigencia de importar el moho desde Cuba subraya la dispendiosidad atribuida a Recope por sus adversarios.

Buena parte de las actividades de la refinadora se desarrollan en la región del Atlántico, donde la humedad produce moho a raudales. La intoxicación podría lograrse con ingredientes nacionales, fortaleciendo el concepto de la soberanía alimentaria y ahorrándole al país los gastos de importación.

La yuca mohosa, dice literalmente el cartel, acompañará a una “deliciosa pierna de cerdo con salsa navideña de la casa”. No dice de la casa de quien, en un claro intento de impedir la identificación de los cómplices. La insistencia en la “delicia” se explica con facilidad: acompañada de tan suculento manjar, la inadvertida ingestión del moho está garantizada, más si los paladares se entumecen, previamente, con el “delicioso chile panameño” exigido como aderezo de los “gallitos de salchichón criollo”.

No puede ser casualidad la inclusión de embutidos en el menú, ahora que la Organización Mundial de la Salud advierte sobre su potencial cancerígeno. Para alejar toda sospecha, la chicharronada se hará en el transcurso de la actividad, a la leña y en paila, es decir, a vista de los asistentes.

El bufé contará con “dos estaciones como mínimo para evitar largas filas” y, añadimos, garantizar el rápido consumo de los tóxicos sin posibilidad alguna de dar la voz de alarma, que no pasará de un resuello en medio de la estridencia de la “discomóvil profesional de renombre en el territorio nacional” o “el sistema de audio y amplificación” de fabricante reconocido, “igual o similar a la marca Meyer”.

Los aviesos propósitos de los organizadores no pueden ser negados cuando se lee el capítulo de entretenimiento. El cartel exige un “toro mecánico de altísima calidad, con un área (de) 25 a 35 metros cuadrados”. Con tanto espacio previsto para el costalazo, ese aparato no es para la diversión. Es una catapulta, tanto más peligrosa si se pone en funcionamiento después de servidos los postres, que incluyen “bolitas de coñac”. No, señores, no es así como se pone fin a los abusos de Recope.