La ciudad emocionada

San José puede ser un lugar para sentir y emocionarnos todos: hombres, mujeres, niños y comunidades diversas

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En estos días se han llevado a cabo reflexiones sobre la ciudad de San José que vale la pena anotar y repensar, utilizando el mismo nombre de las jornadas celebradas en el Teatro Melico Salazar.

Repensar un cambio para las ciudades, y en particular para San José, es urgente en esta pandemia que hizo visible la necesidad de áreas verdes públicas, buena ventilación en las viviendas, agua de calidad y tratamiento de cloacas.

Un cambio necesario por el liderazgo que ostenta Costa Rica contra el cambio climático y su trabajo a favor de la conservación de la naturaleza que, aunque se nos olvida, es también nuestra.

La conservación del planeta empieza por repensar las ciudades. Son muchos los aspectos fundamentales que incluir en este posible cambio, que incorpora la economía circular, la introducción de espacios verdes comunitarios, jardines y huertas, riberas, cauces, repoblamiento de espacios abandonados en la actualidad, la descontaminación visual eliminando anuncios comerciales, recordando que todos tenemos derecho al paisaje con el que se fundó la ciudad y que todavía hoy es el mismo valle entre suaves colinas.

Medular es la descontaminación y la descongestión vehicular a cambio de espacios para caminar y transitar en bicicleta, como parte de una planificación urbana construida con miras a la equidad territorial.

Toda la ciudad es de sus habitantes y debería tener las mismas condiciones en cuanto a infraestructura y zonas públicas para los ciudadanos, así como hacer un uso de suelo que vele por todo esto y una repartición solidaria de la riqueza, que los desarrolladores de viviendas de lujo aportaran para construir parques en áreas necesitadas de deporte y oxigenación.

Se suma a todo lo anterior la creación de sitios culturales, laboratorios creativos que ocupen lugares abandonados y que revaloricen el patrimonio cultural y natural de la misma ciudad, dando prioridad a los diseños sostenibles, en armonía con los elementos de la naturaleza y con la identidad costarricense.

Ecologismo, conservacionismo, emprendimientos verdes... hay muchos grupos organizándose, realmente interesados en contribuir y hacer de esta manera de construir la sociedad una vía que vaya más allá de una utopía.

El ecologismo en Costa Rica no es nuevo, y creo que es hora de preguntarse por qué no ha sido una ruta para la creación de un partido verde que sea agenda en sí mismo de los derechos ambientales y que desde la Asamblea Legislativa dé seguimiento a muchas de estas buenas ideas, no solo para la ciudad de San José, sino para todo el país.

Tenemos el Tribunal Ambiental y el Ministerio de Ambiente; sin embargo, no un partido político, y es necesario anotarlo como pregunta que espera respuesta.

Son muchos los temas que conforman la creación, el desarrollo y el mantenimiento de una ciudad, como la idea filosófica que Platón nos dejó en su República, un lugar ideal estratificado y dividido en oficios y castas, donde la mujer no contaba lo mismo que los hombres ciudadanos; la idea del mismo Aristóteles, más concreto y preocupado por el agua y la limpieza; o la de Aristófanes, más imaginativo; la de Tomás Moro, como ciudad isla; la de san Agustín, la de Campanella, la de Leonardo y, más en el presente, de Weber, Bakunin y tantos otros que imaginaron y describieron desde la ciudad de Dios, del cielo, de los jardines, de la igualdad de los ciudadanos artistas etc.

Aunque la mujer no ha sido diseñadora de sus utopías con respecto a la ciudad, ejemplo de ello es la proliferación de canchas de fútbol pagadas con el dinero común a las que las mujeres no tienen acceso igual que los hombres, o la ciudad como peligro constante.

Lo que está claro es que la ciudad es el lugar donde suceden las manifestaciones culturales y los cambios políticos por excelencia, y si de cambios se trata, hay que cambiar la ciudad. «Viva en San José sin sentir San José», dice un anuncio. Cuando lo leí, me dio escalofríos. El mercadeo pone el dedo en la llaga haciendo evidente la falta de valor de la ciudad, capital de un país dedicado al turismo natural y a la conservación de áreas protegidas, parques naturales y bosques.

Vivir en San José como si no viviéramos en San José da por un hecho que la ciudad de San José no merece vivirla, transitarla o visitarla más allá de atravesarla para ir lejos, a las playas, las reservas o las montañas. ¿Qué ha pasado con San José? Pensemos y actuemos.

San José puede ser un lugar para sentir y emocionarnos todos: hombres, mujeres, niños y comunidades diversas.

Una ciudad emocionada que transmite emociones en sus actividades, recorridos, experiencias y visitas. ¿Cómo? Apropiándose de la ciudad desde la ciudadanía consciente. Sembrando árboles a los lados de las calles peatonales, ordenando edificios vacíos, creando espacios nuevos para el arte y la cultura, zonas para conciertos, ferias de fin de semana, actividades deportivas y gastronómicas. Nada pomposo.

Que sean las mismas pequeñas iniciativas las que se vayan acomodando en los espacios naturalizados, ajardinados, ventilados y, por eso mismo, de nuevo, emocionados.

Urge que el Estado y la Municipalidad hagan alianzas con empresas y grupos organizados de la ciudadanía para que San José se deje sentir y que no parezca el error de un país que, dedicado al cuidado del planeta, no ha sido capaz de cuidar su propio legado. Farol en la calle y oscuridad en la casa.

doreliasenda@gmail.com

La autora es filósofa.