Imprudente cautela contra la pandemia

El país debe usar cuanto medio exista para inocular a su población

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Tiemblo de respeto al exteriorizar críticas a nuestras autoridades de salud. No puede ser de otra forma. Existe la exigencia moral de no debilitar la confianza en sus criterios. Un dedo censor jamás ocultará el sol de la inmensa deuda que tenemos.

Llamadas de atención señalan márgenes de mejora que en nada demeritan su labor ni disminuyen reconocimiento a los timoneles de este barco en las aguas inexploradas de una pandemia incierta.

Pero son imperdonables decisiones en completa ignorancia. Zapatero a tus zapatos. Solo después de recursos legales, señalamientos de afectados y censura de prensa se dio un paso atrás, reconociendo que no se sabía que la apostilla era ¡tan complicada!

Es censurable imponer una exigencia burocrática desconociendo sus intríngulis. No sé las almas que se quedaron en vilo antes de que el burócrata confesara la imposibilidad de cumplir una exigencia estrambótica, instruida con la ligereza impune que ofrece la ignorancia supina.

¿De quién vino semejante desatino? Las burradas siempre son huérfanas. ¡Qué bonita habría sido la hidalguía si alguien reconociera su rebuznante autoría!

Pero eso es harina ya comida. Otra demanda mayor reflexión. El último pico colmó la capacidad hospitalaria y obligó a nuevas medidas, duras para la economía e imposibles para quienes ingresos determinan supervivencia. El hambre es tan dolorosa como el contagio.

En este trance el país debe usar cuanto medio exista para inocular a su población. No se puede perdonar la brecha entre la diversidad y disponibilidad de vacunas del mercado internacional y la oferta restringida por nuestras autoridades.

El máximo posible de vacunas es determinante para superar la crisis. China y Rusia tienen ofertas válidas, utilizadas con éxito. La Sputnik V tiene probado valor, la de Sinopharm está preaprobada por la OMS, sin hablar de Johnson & Johnson y Moderna, usadas ampliamente en Estados Unidos.

No se entiende ni se perdona el exceso precautorio, cuando la prevención aconseja lo contrario. Es inexplicable tanta sumisión sin interrogantes.

Cuando se aprueben otras opciones, y finalmente así será, nadie responderá por las vidas perdidas entre laberintos de comisión.

Nada más oximorónico que decir que la cautela en el combate contra la pandemia ha sido muchas veces imprudente.

vgovaere@gmail.com

La autora es catedrática de la UNED.