Impacto de las elecciones en Argentina y Chile

Derrota con sabor a victoria, dicen los peronistas, e incertidumbre para el país vecino

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De los cinco procesos electorales que integran la abultada agenda electoral latinoamericana de noviembre, dos ya se llevaron a cabo y otros dos tendrán lugar hoy.

El domingo 7 en Nicaragua se vivió una farsa electoral. Una semana después Argentina renovó en las urnas parte del Congreso y este domingo Chile elegirá al sucesor de Sebastián Piñera, la totalidad de la Cámara de Diputados y 27 de los 50 senadores, mientras en Venezuela se elegirá a las autoridades regionales y municipales.

Las elecciones generales hondureñas del domingo 28 cerrarán este maratón electoral. Este artículo pone foco en el análisis de las elecciones argentinas y chilenas; procesos electorales a ambos lados de los Andes, cuyos resultados y tendencias impactan y reconfiguran el mapa político sudamericano.

Argentina: una derrota oficialista amortiguada

Los comicios de medio período del domingo 14 fueron una elección legislativa con sabor a referendo, y los resultados tienen la mira puesta en la carrera presidencial del 2023. Se eligió a la mitad de los diputados (127 de 257) y un tercio del Senado (24 de 72).

A escala nacional, el oficialista Frente de Todos (FdT) perdió por un 8,6 % frente a la coalición opositora Juntos por el Cambio (JxC): un 42,5 % contra el 33,9 % (con el 98,7 % de los votos escrutados).

La principal derrota del gobierno tuvo lugar en el Senado, donde el FdT perdió su cuórum automático, que tenía desde 1983. De 41 senadores pasó a 35 (dos por debajo de la mayoría propia), lo que le impedirá a Cristina Fernández de Kirchner —quien en su condición de vicepresidenta ocupa la presidencia— imponer su propia agenda sin contar con el apoyo de otras fuerzas políticas.

El oficialismo perdió por estrecho margen (un 1,3 %) en la provincia de Buenos Aires, pero, gracias al Plan Platita —medidas económicas de fuerte contenido clientelista—, consiguió reducir la amplia ventaja que la oposición le había sacado en las primarias de setiembre y empató en el número de diputados en ese distrito clave: 15 para el FdT e igual número para JxC.

Por su parte, en la Cámara de Diputados, el oficialismo perdió una banca (pasó de 120 a 119) mientras JxC ganó dos (subió de 114 a 116). Pese a ello, el FdT se mantiene como la primera minoría en la Cámara baja, pero sin tener mayoría propia (necesita 129 diputados). Y, al igual que en el Senado, para promover su agenda legislativa, incluido el acuerdo clave con el FMI, deberá contar con el apoyo de otras bancadas.

En resumen, las dos principales coaliciones (FdT y JxC) perdieron 5 millones y 1,7 millones, respectivamente, de votos respecto de las elecciones presidenciales del 2019, votos que se fueron a engrosar la abstención (un 29 %), a la nueva fuerza de derecha libertaria que encabeza Javier Milei y a la izquierda dogmática, que se convirtió en la tercera fuerza política nacional.

La remontada oficialista —perder por un margen menor al previsto— llevó al presidente Fernández a poner en marcha una estrategia destinada a amortiguar su derrota y reposicionarse en el tablero político, basada en tres puntos: 1) calificar los resultados como una “derrota con sabor a victoria”; 2) mostrar que el gobierno sigue teniendo amplio respaldo popular, con un acto masivo celebrado en la plaza de Mayo, el miércoles, en el que hizo un llamado a la unión del peronismo para ganar en el 2023; y 3) consciente de su debilidad en ambas cámaras del Congreso —donde es primera minoría, pero no tiene mayoría propia—, invitó a la oposición, la misma noche de la elección, a un diálogo nacional.

La gran interrogante para el JxC es ver cómo terminarán de acomodarse el presidente y su poderosa vicepresidenta a la luz de estos resultados adversos de cara a la elección presidencial del 2023.

Por su parte, el opositor JxC, si bien no obtuvo un triunfo contundente como el que esperaba, sí mejoró su posición en el Congreso y su presencia a escala nacional.

Sus desafíos son mantener y fortalecer la unidad dentro de la coalición, definir una estrategia de relacionamiento con el oficialismo (un delicado balance entre cooperación y competencia) y seguir ganando apoyo ciudadano para intentar regresar a la presidencia en el 2023.

Chile: elecciones cruciales en el ‘oasis’ latinoamericano

Estos comicios revisten gran importancia: además de elegir al sucesor de Sebastián Piñera, los resultados producirán una reconfiguración del mapa político y del Congreso chileno. Tienen lugar en un contexto atípico, a dos años del estallido social y de manera concomitante con el proceso constituyente.

El país se ha visto muy afectado por la pandemia, lo que ha implicado una profunda crisis sanitaria, social y económica, actualmente en recuperación, pero con muchas interrogantes sobre el futuro, que ha golpeado con fuerza la popularidad del oficialismo. La situación política se caracteriza por un alto grado de polarización de las élites y volatilidad electoral.

Por otro lado, por primera vez en las últimas elecciones no hay un candidato que lidere de manera clara en las encuestas y, por lo tanto, hay mucha incertidumbre sobre los resultados de la elección presidencial.

Si bien la mayoría de las encuestas —con las reservas debidas— las encabezan los candidatos Gabriel Boric, de izquierda (pacto de Apruebo Dignidad, del Frente Amplio y el Partido Comunista), y José Antonio Kast, de extrema derecha (pacto Frente Social Cristiano), la elevada volatilidad electoral obliga a ser prudentes y no descartar por completo la posibilidad de que Sebastián Sichel (pacto Vamos por Chile, continuidad del gobierno actual) o Yasna Provoste (pacto Nuevo Pacto Social, ex-Concertación) podrían pasar al balotaje.

De los siete candidatos presidenciales, ninguno sobrepasa el 35 % de la adhesión, y con un 23 % de los electores todavía indecisos, la participación electoral en un país con voto voluntario y abstencionismo estructural (entre un 50 y un 60 % en elecciones presidenciales), el resultado dependerá en buena medida del nivel de participación electoral y de quienes —grupos etarios y socioeconómicos— acudan a votar.

Todos los escenarios están abiertos y no hay que descartar una sorpresa de último momento. La única certeza es que la definición del próximo presidente no tendrá lugar hoy; habrá que esperar la segunda vuelta del 19 de diciembre. El “oasis” chileno de ayer es ahora un mar agitado y lleno de incertidumbres.

@zovatto55

El autor es director regional de IDEA Internacional.