Gemir, rasgar, rogar, ganar

Para salir del hueco macroeconómico originado por la pandemia, es necesaria una mezcla de medidas para incentivar el crecimiento

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El título que escogí para este artículo no tiene mucho sentido, solo que, como notará el lector, en él se repiten las letras g y r, que para lo que me propongo tratar son fundamentales.

Una de las consecuencias de la pandemia de covid-19 y de las medidas que se adoptaron para enfrentarla es que la actividad económica decayó en todos los países y el endeudamiento de los gobiernos subió como si se estuvieran en un período de guerra.

Ese endeudamiento podría tornarse insoportable en un futuro no muy lejano y los gobiernos corren el peligro de entrar en mora o verse obligados a sacrificar mucho de lo que la sociedad les ha encomendado, como coadyuvar a la construcción y el mantenimiento de la infraestructura física, y brindar servicios de salud, educación, justicia y seguridad ciudadana.

En economía se conocen los factores que condicionan el endeudamiento público, que lo elevan, lo reducen o lo mantienen estable como déficit primario (diferencia entre ingresos y gastos antes de intereses), la tasa de interés que se paga por la deuda pública y la velocidad de crecimiento de la economía. En la formulación teórica, a la tasa de interés se le suele representar con una r (interest rate en inglés) y a la de crecimiento de la economía con una g (growth rate).

En junio del 2018 escribí un ensayo para la Academia de Centroamérica titulado «Una versión simple de la dinámica de la deuda», y expliqué que el déficit y el endeudamiento de muchos gobiernos crecieron de manera notoria durante el año 2020 y también aumentarán en el 2021.

Por ejemplo, la unidad de inteligencia de The Economist calcula que el déficit fiscal de los Estados Unidos ascenderá a un 13,5 % del PIB este año y en la zona del euro, al 7 %.

¿Estaremos frente a un reto enorme, que obliga a tomar acción correctiva inmediata? No, contestan muchos analistas de los países del primer mundo. La razón para su tranquilidad es que, por el momento, y, según dicen, en el futuro previsible, las tasas de interés estarán en un rango tan bajo que serán superadas por la velocidad del crecimiento de las economías de los países avanzados, y eso hará muy soportable el endeudamiento.

Cuestión de números. En efecto, de acuerdo con la teoría, si g es mayor a r, el endeudamiento de un país (razón deuda/PIB) podría bajar aunque el gobierno incurriera en déficit primario. Además, mientras la deuda pública tenga un costo tan bajo como hoy (los bonos a 10 años que coloca el gobierno de Estados Unidos tienen una tasa de interés del 1,6 % y en la eurozona la tasa promedio es del -0,2 %) el endeudamiento podría superar el 100 % del PIB, como en muchos países avanzados, sin que ello constituya mayor problema.

Se puede estar en una situación de «almuerzo gratis», en que los gobiernos gastan y gastan —en obras de infraestructura, salarios para sus servidores y en asignaciones a las familias cuyos jefes están desempleados o tienen ocupaciones que remuneran poco— sin que eso signifique problema alguno, pues dichas erogaciones inyectan poder de compra, que los beneficiarios gastan felizmente, y estimulan al aparato productivo. Como consecuencia, la g de la teoría se disparará y se ubicará por encima de la r.

Al contrario, si por tratar de generar un superávit primario los gobiernos elevan impuestos y recortan inmisericordemente su gasto, la g podría venirse abajo y hasta entrar en territorio negativo, con lo cual g sería menor a r, y el endeudamiento público se volvería insoportable.

Claro, el análisis anterior tiene sentido para los países del G7, y es posible que sus bancos centrales hagan todo lo que sea necesario por mantener tasas de interés cercanas a cero y hasta negativas. Empero ¿qué pasaría si volvieran a subir y el endeudamiento de muchos países estuviera en números altos? Sería el llanto y el crujir de dientes.

En las naciones de la periferia, como Costa Rica, la historia macroeconómica es otra. Lo modal en el pasado, en el presente y con gran probabilidad en el futuro previsible también es que r supere a g. Por ningún lado hemos visto ni vemos el almuerzo gratis.

Una tasa de interés baja desestimula el ahorro. Y sin ahorro genuino no hay inversión. Los gobiernos no tienen capacidad para poner a trabajar todo el día y toda la noche la maquinita de hacer billetes del banco central sin que redunde en alta inflación. Por ello, aun los países del G7 deben tener cuidado de no llevar su endeudamiento a niveles muy elevados.

Estudio más profundo. En suma, de la consideración de ese par de letritas (r y g) se extraen valiosas moralejas de política pública, como las siguientes: para salir del hueco macroeconómico que origina la pandemia es necesario que las economías vuelvan a crecer a mayores tasas.

Para ello, los gobiernos tienen que quitar cuanto antes las limitaciones de diseño humano al esfuerzo productivo. El gasto público debe ser de excelente calidad y dirigirse a la salud, educación básica, inversión en infraestructura física prioritaria, etc.

El servicio de la deuda pública debe bajar y, con ese propósito, lo mejor es que el endeudamiento sea reducido para que disminuya la probabilidad de impago (default). El vencimiento de los títulos de deuda debe estar debidamente distribuido en el tiempo a fin de prevenir vendimias que atizarían el riesgo de refinanciamiento.

Si en el futuro cercano Costa Rica alcanza una situación en que g es igual al 10 % y r al 4 %, no tendría que gemir ni rasgarse las vestiduras. Todo sería ganar y ganar. Hay que rogar para que, de manera sostenida, como mínimo, nos acerquemos a esos porcentajes. Pero dijo el poeta, «los sueños, sueños son».

tvargasm@yahoo.com

El autor es economista.