Flexibilidad para un mejor futuro

Los cambios impuestos por la pandemia obligan a planificar de manera diferente las áreas de trabajo y educación y las viviendas.

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Cada vez está más claro que tardaremos mucho tiempo en volver a lo que algunos han denominado la nueva normalidad. La tercera ola nos está pegando duro. No queda otra que volver a endurecer medidas de aislamiento, ya sea impuestas por el gobierno o por voluntad propia. Nos toca cuidarnos, junto con los que nos rodean.

Entre ola y ola de la pandemia va quedando claro que esa normalidad que quedará no será la que conocimos. Si bien la mayoría de la gente quiere volver a socializar, ya se prevé que la interacción entre las personas será menor.

No solo desde el punto de vista sanitario, que nos llevará a mantener cierta distancia con otros para disminuir el riesgo de futuras pandemias —cada vez más probables—, sino también porque durante la pandemia hemos aprendido que algunas actividades son realizables de manera diferente e incluso con ganancias de eficiencia.

El trabajo y la educación virtuales sustituyeron buena parte de lo que antes se efectuaba en espacios cerrados, en forma presencial. No es que en el futuro desaparecerán los edificios de oficina, las fábricas o las escuelas. Siempre será esencial mantener espacios físicos, pero en el futuro serán diferentes. Ya hay empresas, por ejemplo, rediseñando sus oficinas para que, cuando sus empleados se presentan al trabajo presencial, lo lleven a cabo de una manera diferente, con espacios para interactuar físicamente con sus compañeros, compensando así la carencia de interacción en la virtualidad. Desaparecen los cubículos y las oficinas personales, a favor de espacios abiertos, compartidos.

Estos cambios obligan a planificar de manera diferente las áreas requeridas para el trabajo, la educación y la vivienda. La gente estará menos tiempo en el trabajo y la escuela; más en sus casas. Los desarrolladores inmobiliarios deben adaptar sus proyectos a esta nueva realidad. Las municipalidades deben tomar en cuenta estos factores y flexibilizar sus planes reguladores urbanísticos. La planeación de la infraestructura de carreteras y del transporte público debe adecuarse a una movilidad de las personas distinta. Las redes de telecomunicaciones también deben mejorar.

Aquí, la palabra clave es flexibilidad. Si nos aferramos al pasado, porque siempre se ha hecho así o porque hay que defender los «derechos» de algunos, no tendremos un buen futuro.

lmesalles@ecoanalisis.org

El autor es economista.