Fernando Durán Ayanegui: Visigodos bis

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En un café al aire libre de Barcelona, se me ocurre preguntarme de dónde viene, históricamente hablando, la multitud que circula frente al establecimiento. “En su mayoría, estas personas deben de ser descendientes de los visigodos”, pienso, y recuerdo una lectura de juventud sobre cómo fue que en el siglo IV los visigodos, empujados por los hunos, llegaron a la margen izquierda del Danubio y solicitaron refugio al Imperio romano.

La autoridad civil romana los autorizó a cruzar el río, siempre y cuando estuvieran dispuestos a participar en la defensa del imperio; pero la corrupta burocracia militar se tomó todo el tiempo que quiso antes de cumplir la orden de abrirles paso a los futuros nuevos ciudadanos, y estos llegaron a encontrarse en una situación tan desesperada que, según narraba mi historiador, incluso cambiaban a sus hijos por alimentos, entre ellos la carne de perro.

No en vano me simpatizan los inmigrantes que, menos de 40 años después de devenir romanos, saquearían al mando de Alarico la ciudad de Roma y tiempo después llegarían a enseñorearse sobre la península ibérica. Si de venganzas se trata, la suya fue muy exitosa.

Pero mi remembranza de aquella lejana lectura se ve interrumpida por un inesperado acontecimiento: en la amplia acera de la avenida barcelonesa aparecen de pronto varios vendedores callejeros, africanos todos ellos. Extienden en el suelo, sobre grandes trozos de lona, su mercadería –en su mayoría bolsos femeninos de cuero– y comienzan a ofrecerla a los transeúntes.

Dos detalles despiertan mi curiosidad: cada vendedor mantiene asido con firmeza el extremo de un artilugio hecho de cuerdas cuyo fin no me resulta evidente, y entre ellos intercambian incesantemente señales de significado para mí ininteligible.

Después de unos veinte minutos de mercadeo, cuando alguien les advierte que un vehículo de la policía urbana se aproxima, con un ágil tirón convierten sus tinglados en bultos informes, se los echan al hombro y desaparecen misteriosamente. Un conocedor de Barcelona me informa de que si la policía llegara a atrapar a uno de ellos con la mercadería expuesta, la confiscaría; pero que legalmente no puede hacerlo mientras este la lleve cargada.

Así, a lo largo del día, otros actores repiten el episodio en diversos puntos de la ciudad y no puedo menos que preguntarme si esta no será la nueva “vanguardia visigótica” que, en el siglo XXI, ha empezado a cruzar el anchuroso “Danubio” llamado mar Mediterráneo.

(*)Fernando Durán es doctor en Química por la Universidad de Lovaina. Realizó otros estudios en Holanda en la Universidad de Lovaina, Bélgica y Harvard. En Costa Rica se dedicó a trabajar en la política académica y llegó a ocupar el cargo de rector en 1981.