Entre líneas: Razones del PLN

Si el presidente no pone freno al gasto, la falta de recursos lo hará, probablemente por el camino de la inflación, el alza en las tasas de interés, la desaceleración económica y la pobreza extendida.

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El Partido Liberación Nacional exige recortar el gasto como condición para brindar respaldo a la reforma fiscal. Hace bien. El plan bajo estudio procura disminuir la brecha en las finanzas públicas por el camino de los ingresos. Las mociones del exdiputado Ottón Solís para controlar el gasto fueron derrotadas y el nuevo gobierno no ha definido con claridad su política en esa materia. No hay certeza, por ejemplo, de los alcances de las declaraciones del presidente Alvarado cuando ofrece “bajar la velocidad” del gasto en lugar de recortarlo.

El anuncio de los liberacionistas es cuestión de prudencia. Nada lograría el país si los diputados votan por financiar, unos años más, el derroche de fondos públicos. Los ingresos adicionales deben servir para enfrentar el déficit y ojalá disminuir el endeudamiento, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, en especial los más necesitados, y fomentar el desarrollo, no para privilegiar a la burocracia o financiar la ineficiencia.

En materia fiscal, los liberacionistas se han ubicado en un plano desde donde pueden reclamar austeridad con toda justicia. Han tenido altibajos, pero la administración de Laura Chinchilla impulsó una reforma tributaria mucho más comprensiva y rentable, con apoyo de la facción del Partido Acción Ciudadana afín a Ottón Solís. La iniciativa fue derrotada por el resto del PAC, que nunca pensó alcanzar el poder en el 2014 y luego lamentó la demagogia.

Esa misma administración dejó planteada una reforma al empleo público y estudios para respaldarla, pero el primer gobierno del PAC la ignoró sin inmutarse. Como justa sanción para la indiferencia, la oposición rehusó entregar nuevos fondos a la administración de Luis Guillermo Solís, que nunca ocultó su propósito de gastarlos sin miramientos.

El PLN recuperó, durante el gobierno de Chinchilla, el terreno perdido en la administración 2006-2010, cuando echó por la borda el superávit dejado por Abel Pacheco e infló la planilla pública, y su costo, de forma desmedida. El nuevo gobierno debe tomar en cuenta lo sucedido a su antecesor. Sin el PLN, va a ser difícil generar nuevos ingresos para el Estado. Es preciso cobrar conciencia de que, realmente, el tiempo se agota, como dijo el presidente en su discurso inaugural. Si él no pone freno al gasto, la falta de recursos lo hará, probablemente por el camino de la inflación, el alza en las tasas de interés, la desaceleración económica y la pobreza extendida.

agonzalez@nacion.com

El autor es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.