El problema

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El presidente electo de los Estados Unidos afirma que los inmigrantes ilegales son personas estupendas. Su propósito ya no es deportar a once millones de ellos y tampoco creará una fuerza especial para cumplir la tarea. Trabajará para expulsar a los indocumentados que representen un peligro.

Tiene toda la razón. El problema es que buena parte de sus electores votaron contra la permanencia en el país de los violadores y narcotraficantes de su discurso de campaña y a favor de construir un muro pagado por México. El muro, cuya altura crecía con cada protesta surgida al sur del río Grande, será en muchos tramos una cerca, dijo el flamante presidente durante una entrevista de televisión.

Está por verse si la posición, más humanitaria, comprensiva y realista, resistirá la presión de la base del “movimiento” nacido del rechazo a los supuestos narcotraficantes y violadores enviados por México a su vecino del norte, según el discurso de lanzamiento de la candidatura.

El presidente electo también se pronunció por mantener aspectos fundamentales del plan de seguridad social conocido como Obamacare. Luego de una conversación con el autor del programa, el nuevo mandatario expresó simpatías por el aseguramiento de personas con padecimientos preexistentes. También se mostró partidario de extender a los jóvenes el seguro de salud de los padres hasta los 26 años.

Hace bien el mandatario en preservar ventajas tan valiosas para veinte millones de afiliados. Obamacare ha demostrado falencias, en particular las crecientes primas, pero puso fin a la desprotección de muchos estadounidenses. El problema son los millones de votantes que respaldaron a Donald Trump por su inequívoca y radical promesa de desechar Obamacare y sustituirlo por un programa no especificado en el curso de la campaña.

El nuevo mandatario admite estar consciente de sus excesos verbales y promete moderarlos una vez instalado en la Casa Blanca, aunque “a veces se necesita cierta retórica para motivar a la gente”. El problema es que su campaña nunca dejó de atizar el enojo y así galvanizó el apoyo necesario para lograr la victoria.

El presidente Trump no será el primero en renegar de promesas y actitudes de campaña. Otros lo han hecho, aunque en su caso los ofrecimientos difíciles de cumplir son muchos y verdaderamente extraordinarios. El problema es que millones de votantes le dieron su apoyo en un arrebato de admiración por su franqueza e inclinación a decir “las cosas como son”.

El autor es director de La Nación.