El mito escandinavo

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“¿Y qué hay de los países escandinavos?”, es el contraargumento más común que uno topa cuando señala el fracaso de las políticas intervencionistas. ¿Acaso no son, con sus altos impuestos y generosos Estados de bienestar, sociedades prósperas y felices? Ciertamente. Pero antes de saltar a conclusiones, debemos hacer un análisis más exhaustivo.

Hay un error en concluir que un país es socialista o intervencionista tan solo viendo sus niveles impositivos y de gasto, ya que esto pasa por alto otras políticas que también determinan el grado de libertad de una economía.

Veamos, por ejemplo, la facilidad para emprender, medida por el índice del Banco Mundial que evalúa qué tan expedito resulta abrir una empresa, registrar una propiedad, comerciar con otros países, hacer cumplir contratos, pagar impuestos, entre otras cosas. Todos los países escandinavos se encuentran entre las 10 naciones más amigables del mundo para hacer negocios: Dinamarca (3), Suecia (8), Noruega (9) y Finlandia (10). Costa Rica, mientras tanto, está en la posición 58.

De igual forma, si analizamos otras áreas como protección a la propiedad privada, estabilidad monetaria y apertura al comercio e inversión internacional, notaremos que los escandinavos se ubican entre las economías más libres del planeta. Pero mucha gente cuando menciona a estos países como ejemplos socialistas parece que lo único que quieren copiarles son sus impuestos.

E incluso ahí hay una distinción crítica: Costa Rica cuenta con impuestos más altos sobre las empresas que los escandinavos. Según la consultora PricewaterhouseCoopers, mientras en nuestro país la carga tributaria total sobre las ganancias de una empresa promedio es del 58%, en Dinamarca es un 24,5%, en Finlandia un 37,9%, en Noruega un 39,5% y en Suecia un 49,1%. Si bien es cierto que en Escandinavia cuentan con impuestos elevados, estos se concentran en la renta personal y el consumo, no en la generación de riqueza.

Finalmente, está la perspectiva histórica: los escandinavos crearon sus grandes Estados de bienestar ya cuando eran naciones desarrolladas, no antes. Y, a pesar de contar con políticas de libre mercado en otras áreas, el fardo del alto gasto público en estas cuatro naciones se refleja en una baja tasa de crecimiento económico, la cual promedia desde 1980 apenas un 2,1% anual.

Si solo creciéramos a ese ritmo, Costa Rica alcanzaría el ingreso per cápita actual de Finlandia –la nación escandinava “más pobre”– ¡en el 2063!

Juan Carlos Hidalgo es analista sobre América Latina en el Cato Institute con sede en Washington. Cuenta con un BA en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional y una maestría en Comercio y Política Pública Internacional del George Mason University.