El mensaje del puente

La teatralidad, el voluntarismo y la impulsividad no compatibilizan con la ingeniería

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El anuncio del traslado del puente bailey ubicado sobre la autopista General Cañas, en las cercanías del Conservatorio Castella, al sitio donde se hundió la Interamericana Norte, en la cuesta de Cambronero, lo dice todo sobre el estilo que tiene al Ministerio de Obras Públicas y Transporte (MOPT) sumido en el estancamiento y la contradicción.

La precipitada solución se estrelló contra un número inusitado de objeciones, comenzando por la simple medida. El Ministerio justificó la decisión de trasladar el puente porque es el único suficientemente largo para llegar de un lado a otro del hundimiento. Un par de semanas más tarde, Alejandro Badilla, ingeniero del Conavi, informó a los diputados de la Comisión de Infraestructura que al puente de 45 metros le faltarían otros 155 para unir los puntos firmes a cada lado del deslizamiento.

El error de medición es desconcertante por sus proporciones. Habría bastado, como es obvio, para poner fin a la iniciativa, pero no fue el único inconveniente detectado. Entre los extremos del hundimiento hay una diferencia de casi tres metros de altura y la colocación del puente, si hubiera tenido la extensión necesaria, habría implicado un gasto exorbitante según el ingeniero Olman Vargas, exdirector ejecutivo del Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos (CFIA).

Por su parte, la remoción de la estructura cercana al Castella habría exigido habilitar el viejo puente sobre la autopista. Es de un solo carril y tiene casi una década de fungir como paso peatonal. Antes de abrirlo al tráfico vehicular sería necesario un análisis estructural que determine su capacidad, después de tantos años, para soportar las exigencias del tránsito actual.

El MOPT dice haber hecho la valoración con buenos resultados, pero se percató de la excesiva estrechez de la estructura para el radio de giro de los vehículos pesados. Además, el puente de una sola vía volvería a crear los embotellamientos resueltos hace diez años, quizá con más intensidad.

Los funcionarios del Consejo Nacional de Vialidad (Conavi) dijeron desconocer el origen de la idea de trasladar el puente. Solo recordaron haber recibido instrucciones del director de la entidad. Esa afirmación, aunada a las evidentes fallas del proyecto, apunta a una falta de ponderación de las posibilidades. La teatralidad, el voluntarismo y la impulsividad no compatibilizan con la ingeniería, una disciplina fundada en los hechos y en el minucioso examen de la realidad a modificar.

agonzalez@nacion.com

Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.