El cambio

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Hace apenas 115 años, la agricultura estadounidense empleaba al 41% de la fuerza laboral. Para 1930, el porcentaje cayó a la mitad (21,5%). En las últimas tres décadas del siglo XX, sucedió lo mismo: el porcentaje de empleos cayó de 4% en 1970 a 1,9% en el 2000, dice un informe publicado hace diez años, cuando en el Departamento de Agricultura se cuestionaban si la legislación vigente regula una actividad que, a fuerza de transformarse, ya no existe, salvo en el imaginario popular.

En su lugar, surgió una agricultura capaz de producir en cantidades nunca antes vistas, con escasísima utilización del trabajo humano. La tecnología llenó la brecha entre la abundancia y el trabajo necesario para producirla. Todos lo sabemos, aunque nos rehusemos a reflexionar sobre el cambio, porque asusta.

Millones de empleos simplemente desaparecieron. La mano de obra desplazada encontró cobijo en la manufactura y un incipiente sector de servicios, que ahora domina el mercado laboral de los países desarrollados. Pero lo sucedido con la agricultura pasará, también, en esos otros sectores, probablemente a paso más acelerado.

La robótica, la informática y la inteligencia artificial desplazan el trabajo humano y, en esta etapa del desarrollo, el mayor impacto se produce en la industria. Así se explica, en parte, el frustrante fenómeno del crecimiento económico sin generación de empleo.

Cuando un comediante como Donald Trump se queja del “robo” de empleos ejecutado por México y China aprovechando el libre comercio, pasa por alto que las principales pérdidas del mercado laboral estadounidense se deben al incremento de la productividad en función del desarrollo tecnológico.

La mayor parte de los puestos de trabajo no se desplazan, desaparecen. La agricultura lo demuestra, pero los ejemplos puntuales abundan. En Estados Unidos, ya no hay “pisteros” en las gasolineras. El cliente se sirve y paga sin interactuar con otro ser humano. El pistero no se fue a México, simplemente se esfumó y, ya a estas alturas, la tecnología responsable de la transformación es relativamente modesta.

Los nuevos adelantos anuncian el auto sin chofer, más seguro y eficiente. Ya existe y ha recorrido miles de kilómetros en viajes de prueba. La plataforma tecnológica de Uber podría desplazar al taxista tradicional, pero el auto sin conductor amenaza a Uber. La empresa lo sabe. Por eso anunció inversiones en investigación y desarrollo de un auto sin conductor, aunque millones de estadounidenses se ganan la vida al volante.