Dribbling

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El arte del “dribbling”, tan apreciado en los estadios, es en política un arma de doble filo. La habilidad para burlar al contrario, con finta y gambeta es una virtud esperada del jugador de balompié. Se celebra más mientras más desorientado quede el rival. Esas son las reglas del juego. El fin del delantero es confundir al contrario, no preservar frente a él su credibilidad.

En política, el “dribbling” acorta la cancha, cierra los espacios. Puede terminar en gol, como ocurrió con la maniobra empleada para aprobar el presupuesto nacional pese a la mayoría legislativa en contrario, pero rara vez alcanza para terminar con éxito el encuentro. El fin del político, sea cual sea, le exige preservar su credibilidad. Todo acto en contrario es cortoplacista y arriesgado.

Sustituir a un diputado por otro en la comisión encargada del analizar el plan de gastos, plantear un recorte que en realidad no lo es o asirse de extrañas interpretaciones para hacer a un lado la voluntad de la mayoría, pueden llevar a la anotación, pero los goles en política no son celebrados. Tampoco son siempre definitivos.

El Gobierno anotó en noviembre pero anteayer quedó a punto de perder el partido. Necesitaba, en abierta contradicción con las reglas del fútbol, cooperación de los driblados o, por lo menos, hacerse perdonar las fintas, porque fueron muchas y no solamente en el curso del debate presupuestario.

La gradería quedó atónita cuando el presidente levantó el veto a la reforma procesal laboral y, para apaciguar la crítica, ofreció modificar la ley mediante decreto. El juego bonito también salió a relucir en el caso de la procuradora. Ni siquiera había comenzado el partido cuando se anunció una expulsión, pero el sancionado siguió jugando en toda la cancha.

Cuando estalló el escándalo de la ley mordaza, el pasabola y la jugada de pared fueron alucinantes, pero podrían verse deslucidos cuando se les compare con el FIA, donde existe aceptación de responsabilidad política, pero no se ha identificado a los responsables.

El Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) no tiene rival a la hora de esconder la bola aunque los chinos se empeñen en tocarla. Para más inri, algún diputado pretende dirigir el juego desde el camerino mientras otros se hacen de piedra en espera de un pase.

No hemos llegado al medio tiempo; apenas concluye el primer cuarto. La oportunidad de replantear el juego existe. Es urgente aprovecharla, pero primero es necesaria una firme voluntad de replantear las tácticas.