Dónde está el potencial del país

Casos destacados de innovación en Costa Rica pasan inadvertidos por salirse de una visión del desarrollo ligado a la inversión extranjera directa

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El economista Ricardo Monge González, presidente de la Academia de Centroamérica, en su artículo “Desatemos el potencial de los encadenamientos productivos” (16/5/2023), se refirió a los que se producen entre multinacionales y empresas locales.

“Si bien existe una Comisión de Encadenamientos, cuya secretaría técnica está en Procomer, la institución carece de una hoja de ruta (estrategia) y un mecanismo de coordinación para obtener resultados concretos. Esta comisión se creó hace más de una década, luego dejó de funcionar en el 2017 y reanudó sus operaciones recientemente, en el 2020″, escribió Monge.

Afirmó también que para contar con una estrategia de promoción hay que crear una institucionalidad y otras cosas más, cuya creación por ley se encuentra en discusión en la Asamblea Legislativa.

La primera cosa que me llamó la atención del artículo es que propone “desatar el potencial” productivo limitándose a los encadenamientos entre multinacionales y empresas locales, pero sin definir políticas como las que tienen otros países, que estimulan a las transnacionales desde su instalación en el país con ventajas asociadas a estos encadenamientos.

El propósito es que las transnacionales se motiven, como en Israel, dados los incentivos otorgados. En vez de eso, Monge plantea más de lo mismo, es decir, engordar la tramitomanía.

Lo segundo, y esto es más importante, es que el potencial del país está en su gente, en su capacidad de organización, en las oportunidades que pueden abrir o cerrar las políticas públicas y en las dinámicas económicas y políticas que se generan en sus comunidades.

Dicho de otro modo, es toda nuestra población y no solo un sector, ya que, como manifiesta Alexandra Kissling, presidenta de la Alianza Empresarial para el Desarrollo (AED), “no pueden existir empresas exitosas en un universo fracasado”.

Ejemplos de éxito

Nuestro país, a pesar de que más de la mitad de la población económicamente activa carece del grado de bachillerato y que el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) no es muy amistoso en relación con sus necesidades, presenta casos destacados de innovación e iniciativas que pasan frecuentemente inadvertidos por salirse de una visión del desarrollo ligado a la inversión externa.

Aprender de la creatividad existente en los campos a menudo ignorados, que consigue aflorar oponiéndose a las normativas rígidas centralizadas del aparato público, es fundamental para descubrir el potencial existente y perfilar los senderos de ajuste institucional y político.

La Asociación de Pequeños Productores de Talamanca (Appta), por ejemplo, logró integrar la producción agrícola del banano y el cacao en el mismo bosque, sin talar. De esa manera, elevó al mismo tiempo la productividad con compuestos naturales y aprovecha los precios internacionales preferentes para sus productos por carecer de contaminación química.

En tal experiencia, el mundo empresarial no repara, aunque la Appta creó condiciones para combatir la monilia en la región donde afectaba seriamente la producción de las plantas, y por este logro una profesora y los estudiantes del colegio de Sixaola recibieron un premio de Intel entre 1.500 centros educativos del mundo analizados.

Vean hacia dentro

Los encadenamientos regionales impulsados por el movimiento cooperativo en regiones como la de los Santos, Pérez Zeledón, Naranjo, Grecia y Coto Brus, para mencionar solo algunos que me vienen a la mente, deben ser objeto de atención por la diversas academias públicas y privadas que existen en nuestro país, que tienden a ver más hacia fuera, lo que no está mal si se acompaña del estudio de las experiencias exitosas locales.

Estos casos merecen atención por sus logros, pero también por su ingenio para superar las limitaciones derivadas en gran parte de una estructura institucional centralizada, vertical y poco flexible, y las enseñanzas. Experiencias que marcan senderos a la transformación que demanda nuestro sistema institucional.

Nuestro futuro en la sociedad del conocimiento depende de conocernos integralmente en nuestra relación con el mundo moderno y, entre otros, de la actualización y cobertura del sistema educativo, pero también de mirar hacia dentro para reducir la exclusión social mediante sistemas ágiles de capacitación para quienes perdieron la oportunidad educativa.

Somos una unidad como sociedad y nuestro bienestar está supeditado a una producción que genere riqueza, lo cual es posible si se estimula la distribución del ingreso a través de la reducción de la exclusión y la regeneración del medioambiente.

miguel.sobrado@gmail.com

El autor es sociólogo.