Después de Otto

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Escribo estas líneas la mañana siguiente de que Otto desolara a varias comunidades del país. Se trata del primer huracán en hacer contacto directo con el territorio nacional desde que se tienen registros. Para cuando usted lea esto, ya habrá una noción clara del daño infligido por el ciclón, incluido un estimado más preciso de las dolorosas pérdidas humanas.

Nada debería unir más al país que una tragedia como esta. Por eso desilusiona ver cómo antes, durante e incluso poco después de la emergencia varios actores políticos e intelectuales de distintos bandos buscaban explotar la situación con fines partidistas e ideológicos. ¿Tanto cuesta hacer causa común en momentos de apremio? Ojalá se trate de simples episodios aislados de mezquindad sectaria.

El punto alto ha sido la labor del gobierno. La administración Solís merece todo el crédito por la manera decidida en que se preparó para la llegada del huracán y su impacto a lo largo del territorio nacional. Dado el carácter impredecible de estos fenómenos climáticos, era muy difícil contemplar todos los posibles escenarios. Quienes critican una supuesta falta de preparación en las regiones Huetar Norte y Chorotega difícilmente anticiparon que el mayor daño de Otto ocurriría no a su entrada al país por el Caribe, sino a su paso y salida por esas zonas. No olvidemos que estábamos ante un evento inédito.

La altura con que la administración Solís se ha conducido hasta ahora debe continuar en el proceso de socorro y reconstrucción. El presidente debe evitar la tentación de usar la tragedia para pedir más impuestos. Eso inevitablemente minaría la buena voluntad que se ha forjado en estos días al politizar una emergencia. Pero de igual forma los costarricenses no podemos dejar que sean las instituciones estatales las que carguen con todo el peso de ayudar a las comunidades afectadas. Demostremos una vez más el carácter solidario que nos ha caracterizado en otras ocasiones cuando la naturaleza nos ha castigado. Con la Navidad a la vuelta de la esquina, sacrifiquemos aguinaldos y regalos para darles una mano a quienes lo perdieron todo.

El daño que Otto causó tomará años en ser repuesto –y en el caso de las pérdidas humanas, su secuela es irreparable–. Se trata de una tragedia que nos traerá siempre un amargo recuerdo. Pero de la reacción que tengamos frente a la adversidad, estamos también ante una oportunidad para enaltecer nuestro espíritu y civismo costarricenses.