De Frente: Sesgo contra empleos poco calificados

En lugar de asemejarnos a Suiza, la realidad de nuestro mercado laboral es más propia de Centroamérica.

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Resulta chocante cuando gran parte de nuestra clase política e intelectual hace gala de un fuerte sesgo contra la creación de puestos de trabajo poco calificados. Bajo el cuento de que “no son el tipo de empleos que deseamos” o “no queremos llenarnos de maquilas”, nos han vendido la idea de que el país ya pasó a otro nivel de desarrollo y el énfasis debe estar en los servicios y la manufactura de alto valor agregado.

Dicha prescripción parte de un diagnóstico errado. En lugar de asemejarnos a Suiza, la realidad de nuestro mercado laboral es más propia de Centroamérica: el 60 % de la mano de obra es poco calificada. Eso nos lleva a un problema que se viene agravando en las últimas dos décadas y que explica, en gran medida, el aumento de la desigualdad: la generación de empleo se está concentrando en los estratos más calificados de la fuerza laboral, mientras que el segmento poco calificado, donde se encuentra el grueso de los trabajadores, enfrenta escasez de oportunidades.

En un artículo reciente, Dani Rodrik señaló que se trata de un fenómeno de todas las economías. El profesor de Harvard agrega que si bien la educación y la capacitación son importantes, sus efectos se sentirán en el futuro y hacen poco para resolver el problema presente. “Simplemente no es posible transformar la fuerza laboral de la noche a la mañana”. Él sugiere potenciar actividades económicas que requieren pocas destrezas y son intensivas en mano de obra.

En nuestro país, tenemos el agravante de que la intervención estatal exacerba este fenómeno global: al tiempo que promueve y premia la generación de empleos calificados, atenta contra la empleabilidad de la mano de obra poco calificada encareciéndola a través de elevados impuestos al trabajo. El resultado es una altísima tasa de desocupación entre los jóvenes y los pobres. Peor aún, cuando alguien osa plantear la necesidad de reducir esas cargas, se le acusa de promover la explotación empresarial o de querer precarizar el mercado laboral.

Los trabajos poco calificados podrán ser no tan productivos y no muy bien remunerados, pero son una opción más atractiva que el desempleo y la informalidad. Es hora de abandonar ese sesgo arrogante y ver cómo incorporamos a los costarricenses más vulnerables a la fuerza laboral formal.

JHidalgo@cato.org

El autor es analista de políticas públicas.