Cien venturosos años

Mamá nos mostró lo que realmente vale en la vida y que los libros no pueden enseñar.

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Mi madre, Carmen Madrigal Mesén, nació en Salitral de Santa Ana el 4 de octubre de 1918, cuando en Europa llegaba a su fin la Primera Guerra Mundial que, supuestamente, era la guerra para acabar con todas las guerras. Salitral era entonces un pueblo pequeño. Un censo de 1927, cuando Charles A. Lindbergh, en el Spirit of St. Louis cruzó el océano Atlántico de Nueva York a París, donde fue recibido como héroe, indica que Salitral tenía 783 habitantes, de los cuales solo 212 sabían leer y escribir. La población total de Costa Rica ascendía a 471.524 almas.

En el país, a las mujeres les estaban reservadas las siguientes ocupaciones: costureras, lavanderas, sirvientas, maestras de escuela, religiosas y pureras (hacedoras de puros), en ese orden de importancia. Mamá se ocupaba de oficios domésticos y con gran alegría, periódicamente, viajaba, a pie, de Salitral a La Sabana acompañando a su madre, Rafaela, a hacer entrega de huevos que les compraban en un tramo en el Mercado Central. Lo bonito del viaje era que, para llegar al centro de San José, debían tomar el tranvía, que viajaba a 10 kilómetros por hora por el paseo Colón y cobraba ¢0,10 (el doble en días feriados y domingos).

Mamá –como era lo típico– no pudo terminar la escuela primaria. A los 19 años se casó con Telmo (sin hache) Vargas Guerrero, vecino de Santa Ana, quien provenía de una familia de once hermanos. El matrimonio tuvo hijos y, de pronto, en marzo de 1956, a sus treinta y siete años, Dios decidió hacerla viuda cuando, vencido por la diabetes, falleció papá. Diez es el número de hijos Vargas Madrigal que había procreado y con los que quedaba (dos varones y ocho mujeres, con edades entre los 18 años y una bebé de meses).

Familión. Pero eso no es todo, pues papá se había casado con mamá en segundas nupcias, luego de la muerte de su primera esposa, Judith Ramos. Al enviudar, a papá le sobrevivieron cinco hijos de apellidos Vargas Ramos. Nuestra familia, entonces, consta de 15 hijos, que las reuniones con motivo de algún cumpleaños, graduación o boda, y el respeto a las opiniones y estilos de vida de unos y otros, han mantenido unidos.

¿Cómo hizo mamá para sacar adelante el encargo tan grande que, a sus 37 años le hizo la vida? Dar respuesta a esa pregunta tomaría demasiadas páginas y, por tanto, no lo haré.

A mamá le correspondió vivir los efectos de la gran recesión de los años 1929-1932, de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, el Sputnik 1 y 2, la llegada de Castro a Cuba, la construcción y caída del muro de Berlín. También disfrutar la llegada del mambo, los boleros de Los Panchos, la música ranchera, los pasodobles, las películas de Clark Gable y de Cantinflas, así como cocinar con leña, recoger agua llovida para cuando se secaba la de la cañería.

Vio la llegada de la televisión y de cómo ella restó interacción social en el vecindario. Supo de la creación de la Universidad de Costa Rica y del Código de Trabajo y vio, con alegría, que sus hijos tenían hijos y ellos hijos y así sucesivamente.

Moravianos. En San Vicente de Moravia es donde nuestra familia escogió vivir y es allí donde mamá crió gallinas, abonó y recogió los frutos de chayoteras y matas de plátano y siempre disfrutó su florido jardín.

Nosotros, en la familia, damos gracias infinitas a Dios por haber dado a mamá la oportunidad de vivir un siglo y por haberla enviado para mostrarnos lo que realmente vale en la vida y que los libros no pueden enseñar.

El autor es economista.