Celac

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La insípida cumbre de la Celac no había concluido cuando el diario El Nacional , de Caracas, sorprendía al mundo con la noticia de la autorización del uso de armas letales contra las manifestaciones populares. En el titular puede estar la clave del poco tiempo dedicado por los mandatarios reunidos en San José al tema de los derechos humanos.

No todos los presidentes latinoamericanos comparten la indiferencia. El nuestro, para comenzar, se ha manifestado con firmeza en múltiples foros, pero la Celac no es para eso. Es, más bien, para disimular las máculas de sus fundadores con interminables discursos sobre la hermandad continental, excluidos los rubios del norte.

La Organización de Estados Americanos, donde el respeto a los derechos humanos sí se discute, es un instrumento del imperialismo, en palabras de Daniel Ortega, quien reclamó a Luis Guillermo Solís la invitación extendida al secretario general de ese organismo para que se hiciera presente en la reunión de la Celac.

Más apropiada, a los ojos de Ortega, era la presencia de una corriente independentista, minoritaria en Puerto Rico, cuyo pueblo tiene derecho a decidir su destino y cuenta con los medios para expresarse con libertad, tanto en la prensa como en las urnas, cosa que no puede decirse de varios países representados en la cumbre de la semana pasada. Pero la Celac no es para reconocerlo.

Los presidentes Barack Obama, Mariano Rajoy y Ollanta Humala, el papa Francisco, el canciller canadiense, John Baird, y el Parlamento de ese país suman sus voces a las de la cancillería de Colombia y el Parlamento Europeo para pedir la liberación del opositor venezolano Leopoldo López y otros presos políticos.

Los exmandatarios Óscar Arias, Fernando Henrique Cardoso, Andrés Pastrana, Felipe González, José María Aznar, Sebastián Piñera, Ricardo Lagos y Felipe Calderón también claman por la liberación. Al coro se suma un grupo de exministros de la gobernante Concertación chilena, cuyos representantes en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados instaron a la presidenta, Michelle Bachelet, a reclamar la libertad de López durante la cumbre. Pero la Celac no es para eso.

La Celac es para responsabilizar a los Estados Unidos de todos nuestros males, trazar caminos sin intención de transitarlos y fingir la unidad de un continente incapaz de ponerse de acuerdo en la fundamental, y elemental, necesidad de respetar los derechos humanos. No es, desde luego, para reclamarle al presidente Nicolás Maduro la emisión del mortal decreto, publicado en la Gaceta Oficial venezolana el 27 de enero.