Castro, Corrales y Mesalles

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Decían en el FMI: Once a central banker, always a central banker. Eso me sucede a mí, pues nunca he dejado de llevar al Banco Central en la mente y el corazón, y deploro cuando, como institución, la acosan intereses privados. Hoy, su jerarca, Olivier Castro, libra una polémica con dos duchos economistas –Gerardo Corrales y Luis Mesalles– y, claro, me provoca lanzar un cuarto a espadas.

Antes de desenvainar, aclaro que el Central no requiere escuderos (ni Sanchos Panza); puede defenderse solito y con gallardía según atestiguan sus enjundiosos análisis y la última pieza de Olivier, explicativos de sus políticas. Gerardo difiere. Es su derecho. Y aunque enriquece la discusión (también es buen espadachín), en esta ocasión no lleva la razón. Luis le señaló, con razón, dos de sus yerros: asumir que la inflación reduce el desempleo y que devaluar mejora la competitividad.

Devaluar oficiosamente para mejorar el tipo de cambio real no cala. Aumenta la inflación y exige devaluaciones sucesivas en un pernicioso círculo viral. Por eso se abortaron las “minis”. Revivirlas sería volver a pecar. Lo sano es limitar la inflación a la de los socios comerciales para no tener, por esa razón, que devaluar. Es lo que está haciendo acertadamente el Central.

Atacar el desempleo con más inflación también es engañoso. La literatura señala dos tipos de paro: coyuntural y estructural. El primero surge cuando el PIB crece a menos de su capacidad y el desempleo excede su tasa natural (también definida históricamente); el estructural (o a largo plazo) brota por cambios tecnológicos y distorsiones legales que alteran el mercado laboral y no se puede combatir con políticas monetarias laxas. La coyuntural sí. Es lo que ha estado haciendo el Central para estimular la demanda agregada (consumo e inversión) pero –ojo– sin disparar la inflación. Gerardo quiere ir más allá. ¡Cuidado! Es muy peligroso. Podría acabar con más inflación (en detrimento de los salarios) sin curar el desempleo.

Tampoco vale usar el tipo de cambio como aparejo proteccionista. El PIB ha cursado un profundo cambio estructural en las últimas décadas: sectores más dinámicos ganan participación (servicios) y otros (agricultura, industria) la pierden. El tipo de cambio, que es el precio relativo más esencial, debe reflejarlos para que los recursos fluyan a los sectores más rentables (siempre cambiantes) y maximizar la producción y el empleo. Devaluar a fuerza para sostener desventajas comparativas es ignorar esa función orientadora. Como desconectar el GPS y navegar a ciegas.

Jorge Guardia es abogado y economista. Fue presidente del Banco Central y consejero en el Fondo Monetario Internacional. Es, además, profesor de Economía y Derecho Económico en la Universidad de Costa Rica