Camus: verdad y libertad

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De los escritores franceses, el que más me marcó fue Albert Camus (1913-1960) por su prosa primorosa, sinceridad intelectual y acendrado humanismo. Voy a resumir algo de su vida, pensamiento y gran legado literario. Si algo se me escapa, les ruego me sepan dispensar.

Fue escritor, dramaturgo, ensayista, periodista, activista, cineasta y filósofo. ¡Qué carga! Su primera obra, L'Envers et l'endroit, publicada a los 22 años, destila la frescura del escritor joven. Guardo en mi memoria un bello pasaje: Á mi-distance de la misère et du soleil, donde cuenta cómo la miseria durante su infancia, en Argelia, le hizo ver que no todo estaba bien en la historia, pero el sol sobre el Mediterráneo lo compensó con creces: “En África, el sol y el mar no cuestan nada”.

Su compleja visión existencialista la plasmó en dos obras separadas en el tiempo pero complementarias: L'absurde (1942) y L'Homme révolté (1951). El ser vuela al borde del suicidio –dice– sometido a su absurda y pesarosa existencia, la exasperante rutina ( buló, metró, dodó ), injusticia y desesperación. Pero ellas engendran, como síntesis, la virtud de renacer. El disidente se rebela y empuña con valor la palabra para denunciar la injusticia y dar sentido a la vida.

Eso le valió el Premio Nobel de Literatura en 1957. En su hermoso discurso de aceptación cuestionó el compromiso del escritor consigo mismo y con la sociedad: “¿Cómo un hombre, rico solo por sus dudas, con una obra apenas desarrollada y habituado a vivir en la soledad del trabajo, podría recibir, sin una especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto a plena luz?”. Entonces respondió: “Puedo hallar justificación solo a condición de aceptar las dos tareas que constituyen la grandeza de mi oficio: servir a la verdad y a la libertad”.

La historia da detalles de su vida personal. Bien parecido (su singular sombrero, abrigo y un cigarrillo en los labios, un aire le daban a Humphrey Bogart, galán de Casablanca ); sus múltiples amores dieron vida a su poesía, teatro y novela; fue fugazmente marxista, pero su vocación por la libertad lo hizo renunciar; su pasión por la vida lo preparó para la muerte, advenida sin avisar, tras un trágico accidente que segó su prolífica y promisoria vida, que aún daba para más. ¡Lástima! Más no dejó de enseñar. Cuando yo vivía en París, lo leía ávidamente en los pintorescos cafecitos del Quartier Latin, donde en vida se paseaba; hoy, con las posaderas sobre un viejo y raído sillón, me doy el tiempo para estudiarlo, reposadamente, sin parar de aprender. Camus es un viaje interminable.