Calor texano

Exquisita ironía: en el corazón de la cultura del petróleo, ningún otro estado rivaliza con Texas en la construcción de plantas solares y eólicas

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Temperaturas de 46 grados y más azotan el sur de Estados Unidos y ponen en peligro a sus habitantes. El aire acondicionado, en los hogares con enfermos y ancianos, dejó de ser un elemento de confort para constituirse en sistema de soporte vital. La ola de calor ha causado muertes, pero serían muchas más si la electricidad hubiera fallado, como sucedió en Texas, en el 2021, durante los crudos meses de invierno.

En aquel momento, la calefacción no pudo impedir unas 246 muertes directa e indirectamente ocasionadas por las temperaturas. Cuatro millones y medio de hogares y negocios quedaron sin energía y, además de la falta de calefacción, hubo escasez de agua y de alimentos.

En una región orgullosa de su producción de hidrocarburos, la primera reacción de los líderes políticos fue culpar a las fuentes de energía renovable, todavía en ciernes. La verdad no tardó en relucir. Las plantas de gas natural, carbón y combustible nuclear, productoras del grueso de la energía estatal en ese momento, no habían sido protegidas contra temperaturas extremas, como tampoco los generadores eólicos. Cuando la electricidad escaseó, los compresores utilizados para bombear el gas natural por las tuberías dejaron de funcionar y la crisis se salió de control.

Conocida la verdad, Texas no renunció a integrar fuentes renovables a su parrilla energética para complementar la producción existente. Este año, el 31 % de la electricidad utilizada en el estado es eólica y el 7 %, solar. A eso atribuyen los expertos la resistencia del sistema frente al estrés impuesto por un verano inusualmente caliente.

El sol causante de las altas temperaturas produce la energía necesaria para combatirlas durante las horas pico y compensa, junto con el viento, la producción perdida por disfunciones de plantas tradicionales, envejecidas e incapaces de satisfacer la demanda de la creciente población.

Es una exquisita ironía en el corazón de la cultura del petróleo. Ningún otro estado rivaliza con Texas en la construcción de plantas solares y eólicas. La potencia petrolera es hoy campeona nacional en generación eólica y subcampeona en solar, después de California. El siguiente paso es la instalación de enormes campos de baterías para almacenar la producción y estabilizar el servicio, haya o no haya sol y viento.

Costa Rica, dependiente del agua, podría aprender del emporio petrolero estadounidense. En tiempos de cambio climático, es más arriesgado que nunca poner todos los huevos en una canasta.

agonzalez@nacion.com

Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.