Bancos y bonificaciones

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Llama la atención el informe de la Contraloría sobre las bonificaciones pagadas a los empleados de los bancos públicos. Más allá de pensar en las grandes cifras de dinero que eso significa, me gustaría reflexionar sobre los sistemas de compensación de todos los empleados públicos y el funcionamiento de los bancos estatales.

Tener un sistema de compensación variable, en el cual una parte del salario de los empleados dependa del cumplimiento de metas específicas, es una práctica común en el sector privado. Es una muy buena manera de motivar a los empleados para que trabajen, junto con toda la organización, en la consecución de las metas globales. Este sistema contrasta con el utilizado en nuestro país para los empleados públicos, que devengan un salario base, más una serie de pluses, de forma automática, anualmente, sin importar su desempeño en el cargo. En este caso, tanto el buen empleado, el que se ha fajado fuerte en la consecución de las metas de las institución, como el empleado mediocre, que no ha hecho nada para conseguir las metas, reciben el mismo salario.

La crítica de la Contraloría no va dirigida a la existencia de la compensación variable. El problema, dice, es que las bonificaciones se dieron sin ningún criterio técnico que las sustentara. Es decir, los premios no estaban vinculados a la consecución de metas medibles. Los bancos cayeron en el vicio de dar la bonificación de manera automática, sin control ni límite, simplemente porque así lo dictaba la convención colectiva.

Según alega Fernando Naranjo, pronto exgerente del Banco Nacional, el problema apuntado por la Contraloría se corrigió a partir del 2013 –el informe cubría del 2006 al 2012–. A partir de ese año, de acuerdo con el gerente, las utilidades y la calificación del servicio de dicho banco han mejorado notoriamente, gracias al cambio hecho en el sistema de bonificaciones.

Pero eso me lleva al segundo punto. Dado que las metas de los empleados deben estar vinculadas a los objetivos de la organización, entonces es imprescindible determinar cuáles son los objetivos de los bancos públicos. Si bien los bancos públicos deben tener utilidades y dar un buen servicio, para asegurar su sostenibilidad, esos no necesariamente deben ser sus objetivos primordiales. Si así lo fueran, cabría la pregunta: ¿para qué queremos tener bancos públicos que actúan exactamente igual que los privados? O, si se quiere que los bancos públicos cumplan otros objetivos, ¿cuáles serían? Esa es otra discusión.