Arias versus Chinchilla

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

No hay bala perdida en la renovada disputa entre los expresidentes Arias y Chinchilla. El último encontronazo surgió a raíz de los comentarios del primero durante la patética romería arista de hace una semana. En un ambiente impregnado por el olor del chorizo que se le sirvió a la menuda concurrencia, Arias acusó de cobarde a su sucesora por no avanzar el proyecto de apertura eléctrica que dejó presentado dos meses antes de salir del cargo. Más allá de los dimes y diretes, el país debe rescatar algunas conclusiones de este pleito, pues ambos llevan algo de razón.

En su respuesta, Chinchilla dijo lo que hasta ahora había sido rabiosamente refutado por la feligresía liberacionista: en lugar de dejar “la mesa servida”, como se vanaglorió meses antes de salir del poder, Arias –de quien ella fuera “apenas” vicepresidenta y ministra– legó una aguda crisis fiscal, los índices de inseguridad más altos de la historia y una CCSS en bancarrota. Fue por apagar esos incendios que Chinchilla dice no haber podido impulsar el proyecto de Ley General de Electricidad.

Los señalamientos de la expresidenta son importantes porque ponen de manifiesto lo desastrosa que en muchos ámbitos fue la segunda administración Arias, justo en momentos en que desde Rohrmoser se cocina –casi que literalmente– una tercera entrega. Si Chinchilla recibió un país en quiebra y con una criminalidad rampante, ¿cómo calza eso con el relato de que únicamente Arias puede gobernar Costa Rica?

Por su parte, Chinchilla lidió con la crisis fiscal a la mejor usanza liberacionista: buscando nuevos impuestos. Para ello recurrió a alianzas con el PAC, que muy probablemente involucraron engavetar cualquier cosa que oliera a apertura eléctrica. Pero tampoco es que la expresidenta fuera una convencida de esta, como ahora insinúa. Si el proyecto 17.666 no avanzó fue por una mezcla de pusilanimidad y obcecación ideológica de la administración Chinchilla. Prueba de ello es la reacción a las declaraciones de Arias por parte de Carlos Roverssi, el representante de la expresidenta, quien dijo que “la historia no contada hasta ahora” es que “doña Laura prefirió defender al ICE y no desaparecerlo como quería don Oscar”.

Lo irónico de la embestida de Arias es que si la presidencia de Chinchilla fue tan mala, gran parte de la responsabilidad recae sobre él, ya que fue quien la escogió contra viento y marea para sucederlo. Es, al final de cuentas, un desastre más que legó Arias.