Aprender de la historia

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Dicen que el hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra dos veces. Por eso siempre es bueno hacer un repaso de la historia. Así, al menos se hace el intento de no cometer los mismos errores del pasado.

Hacia finales de los setenta, Costa Rica era una economía basada en la exportación de unos pocos productos agrícolas (café, banano, carne y azúcar) y algo de industria local. Esto hacía al país altamente dependiente de las fluctuaciones de los precios internacionales de las materias primas.

La economía estaba muy protegida: altos impuestos a las importaciones, subsidios internos, fijación de precios, direccionamiento del crédito, entre otros. El Estado participaba directamente en la producción de muchos bienes y servicios. El gasto del Gobierno Central crecía aceleradamente, y pasó de representar el 15% del PIB en 1970 al 22% diez años después.

La gran expansión del sector público, junto con la mala asignación de recursos causada por la distorsión de precios existente, generó una gran ineficiencia productiva. Algunos empezaron a dudar de la sostenibilidad del modelo intervencionista imperante. Aun así, había quienes opinaban lo contrario, y promovían seguir igual, sin hacer ajustes.

Claudio González Vega describió claramente lo sucedido en su libro de 1984 Temor al ajuste: Los costos sociales de las políticas económicas en Costa Rica durante la década de los 70 : “Gobiernos sucesivos han iniciado numerosos programas y establecido una compleja red de instituciones públicas para programar, administrar, controlar y conducir las actividades del sector público y privado”.

Luego agrega: “El comportamiento del Gobierno hizo creer al público que los nuevos niveles de gasto se podían mantener indefinidamente, cuando este no era el caso. La comunidad bancaria internacional se sumó a esta percepción (...). Así, Costa Rica aumentó su nivel de gasto agregado, no solamente en proporción a los ingresos excepcionales provenientes de la bonanza del café, sino aún más, ayudada por los crecientes ingresos de capital por concepto del endeudamiento externo”.

Cuando termina la bonanza del café y el crédito internacional se seca, llega el momento de enfrentar la cruda realidad. El país no tenía ahorros, ni reservas, para financiar el alto nivel de gasto.

Eventualmente, la economía termina ajustándose sola, por medio de inflación, devaluación, producción, desempleo y pobreza, en lo que fue la peor crisis económica de Costa Rica de los últimos 50 años. Todo, por no hacer los ajustes necesarios a tiempo.

(*) Luis Mesalles obtuvo su doctorado y maestría de Economía en The Ohio State University y su bachillerato en Economía en la Universidad de Costa Rica. Actualmente, es socio consultor de Ecoanálisis y gerente de La Yema Dorada. Participa en varias juntas directivas. Anteriormente, fue vicepresidente de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica, presidente de Academia de Centroamérica, profesor en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Stvdium Generale.