Adiós a un amigo de la paz y de Costa Rica

John Biehl tenía una inteligencia fuera de serie y conocimientos profundos de la realidad latinoamericana y mundial

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Ha muerto John Biehl, un amigo entrañable. Su amistad fue duradera y la expresó en actos enormes de generosidad. Lo conocí a principios de 1979, cuando trabajé en la División de Asuntos Económicos del Mideplán y él era asesor del gobierno de Costa Rica como consultor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

John tenía una inteligencia fuera de serie y conocimientos profundos de la realidad latinoamericana y mundial, y de los secretos en los corrillos del poder en Washington. Su capacidad de síntesis y su habilidad para encontrar las relaciones entre hechos y entre conceptos, y expresarlas en explicaciones y propuestas, lo distinguen por sobre los otros mortales que he conocido.

Con dignidad tuvo que abandonar su país cuando la tiranía y la corrupción pinochetista tomó Chile, pero ahí en donde estuvo dejó huellas que nunca se borrarán. Como asesor de varios gobiernos en América Latina, hizo aportes sobre las políticas más importantes para lograr el desarrollo con justicia social, los cuales aún hoy siguen siendo especialmente relevantes.

Era un apasionado demócrata y vivió absolutamente convencido de que la paz era el requisito para todo lo demás y sobre todo para el crecimiento económico con desarrollo social.

Costa Rica le debe estar siempre agradecida, pues desempeñó un papel crítico no solo en evitar que como peón de Estados Unidos nuestro país se viera involucrado en una guerra contra Nicaragua, sino también por proponer un camino para tranquilizar la región por medio de la paz.

Oscar Arias siempre merecerá un enorme reconocimiento por su eficaz liderazgo en la pacificación de Centroamérica, pero también por escuchar y atender las sugerencias de John Biehl cuando la corriente de pensamiento dominante en el país se identificaba con la estrategia guerrerista de la Contra y la CIA de Ronald Reagan.

Mientras los diplomáticos costarricenses y de la región servían de voceros de las estrategias del Departamento de Estado y la CIA, John Biehl hablaba al oído de Oscar Arias (y de Margarita Penón) sobre la ruta de la paz.

Colaboró con análisis frescos y frases atinadas y bellas en los discursos y los documentos de Oscar Arias, pero nunca permitió que se le quitaran méritos a este. “Sin el liderazgo de Oscar, mis pensamientos y escritos estarían entre los libros de mi biblioteca sin ningún impacto en los hechos”, me decía con frecuencia. Era la humildad de un intelectual de dimensiones monumentales, apasionado con cambiar rumbos y no con reconocimientos.

Fue atacado en Costa Rica por sus posiciones contra la estrategia guerrista y contra algunas de las actividades de la AID en Costa Rica, relacionadas con las privatizaciones y la creación de lo que llamó “un Estado paralelo”, que llegó a denominar como procónsul al representante de la AID —la de Reagan— en Costa Rica.

Pero nunca mostró enojo u odio contra los que lo atacaron. Expresó con su agudo humor: “En la democracia tica me critican, Pinochet me hubiese tirado al mar”.

Me asesoró en algunas de mis campañas para la presidencia, siempre ayudando a que expresara con claridad los conceptos y las aspiraciones del PAC. Al inicio del gobierno de Carlos Alvarado, coordiné una reunión entre ambos en la que por cerca de hora y media hablaron sobre educación. Lúcido y, como siempre generoso con Costa Rica, compartió con Carlos sus últimos conocimientos y conclusiones sobre este vital tema.

Mantuvimos siempre nuestra profunda amistad, aunque mi última conversación con él ocurrió hace ya más de un año, cuando estuvo en Costa Rica.

Se ha ido un gran amigo, se ha ido un latinoamericano excepcional. Amó a Costa Rica, creyó profundamente en nuestra democracia y en nuestra vocación antimilitarista, y contribuyó a ponernos en el mapa mundial gracias a la paz.

ottonsolis@ice.co.cr

El autor es economista.