‘Adieu à Paris’

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La polémica decisión de Trump de decir adieu –o, quizás, au revoir – al acuerdo climático de París conmocionó a líderes políticos y ambientalistas. Unos vaticinaron el fin de la economía mundial. El mercado, sin embargo, no lo vio así. Más bien, las bolsas reaccionaron al alza: Nikkei logró 20.177 puntos y el Dow Jones 21.200, ambos sin precedentes. El mercado no se ha peleado con Trump.

El impacto es más político que económico. La Casa Blanca dejó la puerta entreabierta – “We’re getting out. And we will start to renegotiate to see if there’s a better deal” –, pero Europa respondió que el acuerdo no era negociable. Agrietó las diferencias, exacerbadas por el cobro de sus deudas a la OTAN (pretendía que Washington la protegiera y corriera con todos los gastos). ¿Cómo repondrá el recorte del aporte americano al fondo verde ambiental? Dudo que Francia o Alemania asuman la cuota americana.

El tema es complejo. Rusia afirma que un acuerdo climático sin Estados Unidos tiene poco sentido. Pero ¿lo tenía el de París? El acuerdo no es perfecto. Discrimina a favor de dos de los más fieros contaminadores: China y la India (la primera podrá subir sus emisiones de CO2 por 13 años más y la India pretende que le paguen billones para implementarlo); no es vinculante y ni siquiera impone sanciones por incumplir las metas postergadas a un futuro tan lejano como el fin del siglo.

París, con Trump o sin él, seguirá vigente; el control del ambiente, con París o sin él, también. Estados Unidos desplegará acciones a nivel estatal y federal y –más importante aún– a través de instrumentos más poderosos y eficaces que París: disciplina del mercado, innovación tecnológica, inventiva privada y una nueva cultura empresarial más proclive a no contaminar, sin que nadie se lo exija. París nunca fue ratificado por el Senado, pero Estados Unidos hace más que otros por el medioambiente, genera empleos limpios y exporta tecnología verde.

El adieu à Paris no significa el fin de la historia. Produjo, al menos, dos cosas objetivas: cuestionar la efectividad de la política ambiental y el uso distorsionado del fondo verde (desviado en muchos casos a otros fines), y la necesidad de revisar los altos costos ambientales y excesivas regulaciones al sector productivo, que afectan el crecimiento económico. Con París, al igual que con otros tratados comerciales, habría ganadores y perdedores. Negarse siquiera a discutirlo denota prepotencia intelectual e intolerancia ideológica.